“… Si bien los ejecutivos tienen incidencia, no son necesariamente predominantes, pero eso no limita que la oposición juegue un rol, que los legisladores jueguen un rol y naturalmente habrá temas que políticamente tendrán mayor interés en el Ejecutivo y podrá servir como un actor de veto o de moderación...”, destacó Julio César Valentín, senador por la provincia Santiago y ex presidente de la Cámara de Diputados, al ser entrevistado por Gaudy Crispín durante el diálogo legislativo “El rol del Congreso en la democracia dominicana”.
18 de diciembre de 2014
Julio César Valentín. Senador por la provincia Santiago, licenciado en Derecho egresado de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), con posgrados en Relaciones Internacionales, Comercio Exterior, Relaciones Internacionales y Diplomacia y Arbitraje Internacional en la Universidad de La Habana y en la Complutense de Madrid. Así mismo, tiene una maestría en Ciencia Política para el Desarrollo en el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales y la Universidad de Salamanca.
En la Administración Pública ha ocupado las funciones de procurador fiscal de la provincia Santiago, juez de paz de la Primera Circunscripción de Santiago, juez de instrucción de la Segunda Circunscripción de Santiago y ex presidente de la Cámara de Diputados.
GC: Senador Valentín, ¿considera usted que el Congreso es el órgano más democrático de un Estado?
JV: Bueno, de un Estado democrático sí, pero su operabilidad no solo tiene que ver con el hecho de ser democrático en cuanto a que sus actores son electos por el voto popular, sino a la pluralidad de los intereses de los actores: la diversidad de la fuerza política, la diversidad de preferencias de la sociedad que se expresan en este espacio con tanta resonancia pública como lo es el Congreso, el parlamento, el Poder Legislativo.
De forma que, al ser un cuerpo colegiado, sus funciones están sometidas al escrutinio permanente de los medios, de las nuevas redes, de la ciudadanía. El hecho de que sus actores estén sometidos periódicamente a la validación del voto popular hace de esto un espacio muy central de la democracia.
GC: ¿Cuál es el rol del Congreso Nacional en la democracia dominicana?
JV: Bueno, tiene varios roles. Los clásicos que se le asignan, dos de los cuales están claramente establecidos por la Constitución: el de hacer las leyes ‒que es el que más se conoce‒ y el de fiscalización o control, que pueden ser dos términos con matices diferentes y que persiguen un mismo objeto: limitar el ejercicio del poder.
La otra gran función ‒y que a mi juicio es la que atribuye mayor tipo de legitimidad‒ es la de representar, que nos queda muy claro. Usted, además de un territorio, representa objetivos nacionales, pero también representa programas u objetivos ideológicos, programáticos, propuestas o intereses de la organización política que le ha postulado para un escaño en el Congreso. De esta labor se deriva otra que yo entiendo es muy importante: la función de arbitrar. Yo me identifico con esa labor porque el Parlamento y el Legislativo de algún modo tienen que jugar un rol de arbitrar los conflictos, los intereses, las aspiraciones colectivas de una sociedad determinada.
GC: ¿Cree usted que existe una crisis de representación en República Dominicana?
JV: En toda América Latina hay niveles crecientes, fluctuantes, de legitimidad; ha habido altas y bajas. Por ejemplo: el Congreso Nacional se encuentra en un sitial mejor que algunos años; sin embargo, los niveles de legitimidad de esta importante institución de la democracia no son suficientes y por lo tanto, la democracia representativa debe llamar a la reflexión.
Estimo que sí, que existen ciertas erosiones en la legitimidad del Congreso dominicano y las instituciones representativas, pero no creo que estemos en una situación de ruptura como a las que han llegado ciertas sociedades donde se demanda su eliminación. Es decir, si usted acude a las encuestas de mayor credibilidad como Latinobarómetro y otras más, va a encontrarse con que los ciudadanos entienden que las instituciones parlamentarias andan mal en un país más que en otro. Sin embargo, dicen que son imprescindibles para el Estado. O sea, que es una ecuación extraña, paradójica: andan mal, pero sin ellos no hay democracia.
Si lo vemos desde una perspectiva muy negativa, muy pesimista, tendríamos instituciones en un Estado catastrófico; si somos un poquito más optimistas, observamos que han jugado roles importantes, pero merecen profundizar sus funciones y coherenciarlas con lo que son los objetivos nacionales de cada uno de nuestros países.
GC: En los años que usted tiene en ambas cámaras legislativas, ¿cómo cree que se ha fortalecido la institucionalidad y gobernabilidad en los últimos años?
JV: Se ha logrado mucho, porque aunque los presidentes siguen teniendo poderes que en ocasiones podrían ser despóticos ‒probablemente por la cantidad de recursos que manejan‒, no hay una tradición de que los presupuestos se orienten en un ejercicio colectivo y podría ser caótico, quizás podría ser peor receta que lo que sucede hoy. Pero además de esto, se han creado espacios de gobierno o de cogobiernos que implican actores diversos. Por ejemplo: las comisiones coordinadoras de ambas cámaras, a mi juicio, son un logro del proceso de modernización que ha tenido la Cámara de Diputados y el Senado.
De igual manera, influye bastante la oficina del libre acceso a la información pública, las páginas web y otros instrumentos que la modernidad ha exigido al Congreso Nacional colocar como espacios y mecanismos para que la ciudadanía, los medios de comunicación, cualquiera que quiera, pueda investigar, pueda monitorear. El tema del poder de colocación de agenda era una potestad exclusiva del presidente o la presidenta de las cámaras, pues a partir del proceso de modernización que ha venido teniendo el Congreso en los últimos años, se han logrado esfuerzos más colectivos.
GC: Hace un tiempo usted propuso que el Congreso Nacional volviera a ser unicameral. ¿Qué lo motivo a realizar esta propuesta?
JV: Varios elementos. Yo creo que República Dominicana tiene un congreso súper numerario, por eso lo propuse en la reforma constitucional, con precario éxito porque estábamos a un año de las elecciones y no era buen momento. Ojala que en algún momento una crisis fundacional permita crear un congreso unicameral.
Por varias razones, primero, todos los países de Centroamérica tienen democracias estables después de los procesos de Honduras, El Salvador y Nicaragua. Pero Costa Rica, que ha sido el país que tiene una democracia más lineal –sin la interrupción de los años 1970 y 1980, que la sufrieron todos nuestros países– ha tenido la democracia más estable con un sistema unicameral. Tres o cuatro países escandinavos abandonaron el bicameralismo por un sistema unicameral y son las democracias que tienen los mejores indicadores del mundo, sociales, institucionales, de transparencia, pluralidad de los juicios, de los debates, control de la administración, el poder de los gobernantes, la rendición de cuentas.
Entonces, en República Dominicana tenemos una similitud en las funciones del Senado y de la Cámara de Diputados, por lo que casi siempre coinciden las mayorías de una y otra cámara, lo que significa que si el Senado existe para servir como un espacio de veto, de control o de moderación de las entidades de la cámara baja, pues a mi juicio, no tiene sentido. Entiendo que lo que hay que establecer son súper mayorías para modificar la Constitución, para modificar el status quo, para modificar normas que puedan cuestionar la estabilidad institucional de determinados componentes o políticas públicas.
Pero peor, tenemos un congreso muy costoso. Según investigaciones, con relación al PIB el Congreso dominicano es uno de los que más ingresos tiene en el mundo y esto no necesariamente redunda en un ejercicio del control probablemente porque haya habido coincidencia de mayorías parlamentarias del partido del gobierno. Le pasó al PRD en el 2004, le ha pasado al PLD desde 2006 hasta el día de hoy; le pasó a Balaguer casi siempre.
No creo que el fin de control de la segunda cámara en nuestro país logre más que un espacio de distribución de incentivo a la elite o una parte de la clase política.
GC: Finalmente, ¿cómo es la relación entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo? ¿Influye el presidente en las decisiones que toma el Congreso Nacional de manera significativa?
JV: Naturalmente que sí. En cualquier presidencialismo el presidente tiene una función legislativa importante, pero además el Ejecutivo tiene recursos en cada uno de los ministerios; tiene a su favor la capacidad de colocar incentivos de comunicación como son los anuncios, la capacidad de anunciar políticas públicas, programas informativos, educativos, etcétera. Pero además, donde se congrega la mayor cantidad de técnicos es en el Poder Ejecutivo.
Tiene y tendrá fuerza el Poder Ejecutivo, pero si usted revisa, los principales productos legislativos no han tenido origen en el Poder Ejecutivo, la reforma constitucional ha tenido una serie de aportes que fueron iniciativas de los legisladores y las bancadas, al margen de los acuerdos de los principales partidos, pero si usted se da cuenta, la ley de los derechos de las personas ante la Administración Pública, la ley de declaración privada, la potestad que la Cámara de Cuentas se designa a partir de una propuesta legislativa, todo eso ha tenido su origen en discusiones o en iniciativas de legisladores.
Pues en ese aspecto, yo opinó que si bien los ejecutivos tienen incidencia, no son necesariamente predominantes, pero eso no limita que la oposición juegue un rol, que los legisladores jueguen un rol y naturalmente habrán temas que políticamente tendrán mayor interés en el Ejecutivo y podrá servir como un actor de veto o de moderación, pueden observar leyes en todos nuestros países.
El Diálogo Legislativo “El rol del Congreso en la democracia dominicana” se realizó en el mes de septiembre 2014.