Así declaró el profesor Manuel Alcántara Sáez en una entrevista concedida el 31 de marzo de 2016 a Jamilia Arykbaeva, coordinadora de la Unidad de Partidos Políticos del OPD-Funglode, y Engels Villanueva, coordinador de proyectos de la institución.
Jamilia Arykbaeva
Coordinadora Unidad Partidos Políticos
Jean David de Jesús Adon / Melissa Jiménez Salvador
Investigadores
Manuel Alcántara Sáez es catedrático de Ciencias Políticas y de la Administración de la Universidad de Salamanca desde 1993. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (1976) y doctor en Ciencias Políticas (1984) por la Universidad Complutense de Madrid.
Sus principales líneas de investigación giran en torno al estudio de las elites parlamentarias, los partidos políticos y los poderes Legislativos en América Latina. También llevó a cabo investigaciones sobre comportamiento electoral y opinión pública.
Impulsó el desarrollo del Instituto de Iberoamérica, del cual fue director hasta 2007. Su especial interés en el estudio de América Latina le ha merecido importantes distinciones como el doctorado Honoris Causa por la Universidad de San Martín en Argentina y la Orden de Bernardo O’Higgins por el gobierno de Chile.
Jamilia Arykbaeva (JA): En este nuevo escenario de crisis económica, los últimos cambios en varios de los gobiernos latinoamericanos, la delicada situación de Venezuela, la apertura de Cuba y las situaciones políticas de Brasil, ¿cómo calificaría la calidad de las democracias latinoamericanas en este momento y cuáles son en líneas generales los elementos comunes de esta nueva etapa, teniendo en cuenta que Latinoamérica es muy diversa y existen procesos muy particulares?
Manuel Alcántara (MA): El titular, si se quiere periodístico, sería que estamos en un cambio de ciclo porque hay un cambio de ciclo económico. La crisis que se inicia en el año 2008 al principio golpea muy poco a América Latina; de hecho, el impacto en 2009 es mínimo en comparación con otras áreas del mundo, sobre todo con Europa o Estados Unidos. Pero luego lo que parecía que no iba a seguir adelante en términos de deterioro de las economías –pues hemos visto que a partir de finales del año 2013 y principios de 2014 y como consecuencia de la contracción de la economía china– empieza a afectar seriamente a un número muy importante de economías de América Latina que habían convertido a China tanto en su principal mercado como en su principal inversor. Entonces se da, por una parte, un elemento de características económicas que no afecta por igual a todos los países de América Latina.
Existe un comportamiento muy distinto entre lo que sucede en Brasil y Argentina de lo que está pasando en Colombia o México. No hay parangón. Otro escenario tiene que ver con el “agotamiento de un ciclo biológico”, es decir, la gente se hace mayor y la que lleva cierto tiempo en el poder se desgasta lo que se traduce en cierto cansancio del electorado que busca nuevas opciones. Yo creo que esto se da muy claramente en Argentina y lo estamos empezando a ver en Ecuador y en Bolivia, si se quiere de manera un poco indirecta. A esto también hay que añadir otro elemento que en este caso es azaroso, que es la muerte de Chávez, algo que no estaba en el guión porque era un hombre relativamente joven; su desaparición supone la pérdida de un caudillo que había adquirido un fuerte capital simbólico, un capital de liderazgo, si se quiere carismático, que jugó un papel muy importante.
Todo esto confluye en torno al trienio 2013-2016 que se abre con el fallecimiento de Chávez y la más que posible caída de Rousseff. A los politólogos nos cuesta mucho trabajo especular y además, yo no creo que sea interesante la especulación. La especulación a alguien le puede divertir, a mí no me satisface, pero los que parecen ser los signos de los últimos 3-4 meses son muy claros: hay una pérdida de las elecciones del partido gobernante en Argentina, hay una pérdida del partido gobernante en las legislativas de Venezuela, hay una pérdida del referéndum para la reforma constitucional en Bolivia, hay una crisis muy importante en Brasil que pone en tela de juicio los trece años de gobierno del PT. O sea, hay una serie de elementos que indican que algo está pasando, lo que reforzaría la idea del cambio de ciclo.
Lo que pasa es que luego, cuando somos más minuciosos, si somos más cuidadosos, y vamos viendo caso por caso, uno al final llega a decir: “Bueno, no es para tanto”, porque hay otros países que mantienen continuidades o que mantienen otro tipo de dinámicas que no tienen que ver con estas; por ejemplo, República Dominicana está en otra dinámica, está en otro ciclo, y no necesariamente los ciclos de Venezuela coinciden con los de República Dominicana o con los de Colombia o con los de México. Entonces, allí es cuando me gusta ser más precavido y desmontar el titular de que estamos en un cambio de ciclo.
En términos de calidad de la democracia también hay que ir viendo país por país los indicadores de las distintas instituciones que la miden y que muestran que es cierto que América Latina está en un periodo de cierta pequeña regresión, pero hoy por hoy no es muy alarmante. Sin embargo, es cierto que se han deteriorado los indicadores en algunos países, eso es evidente, pero el deterioro no es tal como para decir que estamos frente a una crisis de la democracia.
(JA): De forma más específica en la región caribeña, ¿qué impacto cree tendrá la apertura de Cuba?
(MA): Creo que relativamente pequeño. Estimo que los cambios en Cuba van a ser graduales, van a ser lentos y se van a dar en el ámbito de la vida cotidiana: más turistas, más de inversión extranjera y más comercio. Pero desde la perspectiva política, hoy por hoy, me parece que todo sigue muy atado en Cuba, lo cual, en términos comparados, me lleva a pensar que Cuba está como podía estar España cinco años antes de la muerte de Franco. Entonces es importante estudiar los cambios sociológicos y culturales que se producen en Cuba; creo que eso sí puede ser interesante porque a lo mejor resulta que Cuba cambia radicalmente porque cambia la juventud y cambian los valores. Eso precipita el cambio político.
(JA): El tema de la corrupción, del que en República Dominicana se está hablando mucho, ¿cómo cree que está afectando al alejamiento de la ciudadanía de la clase política en varios países de Latinoamérica?
(MA): Este tema es muy complicado para nosotros los politólogos porque habría que contestar a una pregunta para la que yo sinceramente no estoy capacitado y es que si hoy hay más corrupción que ayer. Este es un país en el que ha habido un presidente condenado por corrupción y que en la gran crisis bancaria y financiera de los años 2000-2002 hubo muchísima corrupción. Si tomamos otro país, por ejemplo el mío ‒que está pasando por un momento especialmente delicado de corrupción‒, no hay que olvidar que durante el gobierno del Partido Socialista, en la última época, entre los años ‘93 y ‘95, más o menos cuando terminó el período socialista de González, también se desataron escándalos de corrupción, aunque ciertamente en número e intensidad menor. Entonces, preguntar cuánto más hay es muy importante porque la respuesta es la que nos lleva a decir que hoy la corrupción juega un mayor papel.
Dicho esto, lo que sí es cierto es que hay una correlación entre una situación de crisis económica, que la gente esté desempleada y termine mal el mes con que vea que hay casos de corrupción; la gente se enfada más y piensa que la situación es más grave e intolerable. Esta combinación de crisis económica y corrupción pone más de relieve a esta última; cuando no hay crisis económica la corrupción cuenta menos, a la gente le da lo mismo, lo cual no quiere decir que no haya corrupción.
Este tema es uno de los principales problemas que tienen hoy las sociedades, en concreto las de América Latina.
Engels Villanueva (EV): Usted tiene una línea de investigación a lo largo de su carrera sobre sistemas de partidos y partidos políticos. Nos interesaría conocer sus impresiones sobre el sistema de partidos en República Dominicana.
(MA): Yo creo que en República Dominicana se ha desinstitucionalizado el sistema de partidos. Este era un país donde había un sistema de partidos muy institucionalizado, bastante estable y que se podía poner como modelo. Si nos vamos a la literatura, al libro que yo edité en el año 2001, en el capítulo relativo a República Dominicana queda muy claro que hay partidos muy sólidos, muy estructurados y –en la literatura decimos¬– muy “pilarizados”, con pilares que se hunden en la sociedad y que tienen una identificación muy clara. Posiblemente el único elemento que no se daba era el de la polarización ideológica, pero el multipartidismo y la institucionzalización de los partidos se daban en República Dominicana. Hoy esto no existe. Hoy República Dominicana ha pasado a formar parte de los países que tienen un sistema de partidos desinstitucionalizados como Guatemala, Panamá y Perú, donde los partidos están, primero, a la sombra de caudillos, y segundo, institucionalmente muy débiles.
(EV): En ocasiones se hace un juicio de valor sobre la palabra “crisis”, que es como un tabú. Se habla de “crisis de la democracia” y “crisis de los partido políticos”. A partir de los datos empíricos que tenemos, ¿hay crisis en los partidos políticos en América Latina?
(MA): Depende de qué entendamos por crisis. Si seguimos utilizando el término de institucionalización según lo define Scott Mainwaring, es claro que hay un proceso de desintitucionalización en el sistema de partidos de República Dominicana. Mainwaring liga el concepto de institucionalización al de volatilidad, que aquí ha sido enorme porque han aparecido y desaparecido partidos, y al de identificación partidista. Son los dos elementos principales que Mainwaring define en su índice de institucionalización. A partir de esto es obvio que en República Dominicana hay un problema de desistitucionalización.
Dicho esto, alguien podría decir “Bueno, ¿y qué? ¿Qué quiero decir con este “¿y qué?”, pues que a lo mejor estamos entrando en un nuevo período en el que eso es lo que va a ser. Como a veces he dicho en Perú –que sería el caso para mí más dramático de un país grande– que a lo mejor ya allí están viviendo en el siglo XXI, a lo mejor es el modelo al que van todos los países de América Latina y ya no es la excepción, sino la norma. Entonces a lo mejor Republica Dominicana está en este camino.
(JA): De cara a las próximas elecciones de mayo, ¿cuáles serían los retos y desafíos del sistema de partidos en República Dominicana, teniendo en cuenta que todavía no se ha aprobado la Ley de Partidos Políticos y no se ha reformado el Código Electoral?
(MA): Exacto. También añadiría que los partidos políticos no celebran elecciones primarias y no está clara su financiación. Todos estos son los retos. Como especialista, lo que más me interesa de las elecciones dominicanas de mayo es conocer el resultado de la composición del Congreso, ver quienes estarán allí, no solo quienes estarán desde la perspectiva de la adscripción partidaria, sino también quienes son estos individuos y a quienes deben fidelidades y lealtades.
(EV): A propósito del contexto del Oficio del político, ya sabemos que usted conceptualiza basándose en la teoría política sobre qué sería un profesional de la política y luego lo ve desde un punto de vista empírico con los datos del “Proyecto Elites Parlamentarias Latinoamericanas” (PELA). ¿Qué dato le resultó más sorprendente en lo que vio en la investigación sobre los políticos y los diputados latinoamericanos? ¿Qué no se esperaba ver allí?
(MA): Tengo que dar un giro a la pregunta. La pregunta tiene sentido si se formula en qué países se encontró algo que le resultó interesante, porque a escala general los datos agregados no dicen mucho. A mí siempre me resulta que los casos de estudio menos previsibles –o a lo mejor sí son previsibles, pero más raros¬– son Honduras, República Dominicana, Panamá y un poquito Guatemala, porque son los cuatro países donde no hay izquierda. No hay ningún diputado que se defina de izquierda en la escala izquierda-derecha; esto siempre me ha resultado muy interesante. ¿Cómo es posible que alguien de izquierda, de una izquierda dura que pueda representar el 3 %, el 5 % o el 6 % de la población no esté presente en el parlamento en estos países? Son países, estos cuatro que he dicho, donde la competencia es una competencia por el centro, o mejor dicho, por el centro derecha, donde toda la clase política se sitúa en el centro-derecha. Esto me parece bastante relevante.
(EV): ¿La disciplina ha dado posibles explicaciones?
(MA): No, y es una cosa que todos los años digo a los estudiantes que tienen que estudiar eso y parece que a nadie le interesa.
(EV): ¿Cómo podríamos conceptualizar sobre la calidad de los políticos e incluso medirla?
(MA): Este es un tema muy complicado y sería el “gran tema”, el gran reto que como politólogos tenemos. Tenemos más o menos resuelto quién es un buen académico y decimos que un académico es muy bueno porque las cosas que escribe las cita todo el mundo siendo una referencia obligada. Entonces hasta podemos hacer un ranking en virtud de las citas que ha recibido el profesor X, el profesor Y o el profesor Z. ¿Quién es el mejor cirujano? Pues el mejor cirujano es el que más cura y menos pacientes se le mueren y cuyas intervenciones son más complejas. Hay unos estándares en distintas profesiones y nosotros nos deberíamos preocupar, aunque fuera normativamente, en establecer un canon de cuál es el buen político. Creo que este es un reto que tenemos como politólogos. Lo mismo sucede cuando los economistas han decidido cómo valoran quién es el hombre más rico del mundo. Pues a lo mejor nosotros deberíamos de hacer algo similar incorporando distintas variables. Tenemos este reto, pero hay que discutir qué variables estudiar porque no solo vale que el político sea honesto, no solo vale que el político sea listo, no solo vale que el político tenga ideas y planes ingeniosos, sino que también hay que incluir que resuelva problemas, que realmente la gente lo valore. Hacer un polinomio con todo esto para hacer un ranking de políticos. Esto nos daría mucho juego para publicar en revistas científicas internacionales el ranking del político del año. ¿Quién es el mejor político del año 2016? Yo creo que esto estaría muy bien si hiciéramos un trabajo serio y testado. Este es uno de los retos que tenemos como disciplina.