Unidad de Sociedad Civil del Observatorio Político Dominicano - FUNGLODE
Lo primero que quiero es felicitar a la Unidad de Sociedad Civil de FUNGLODE en la persona de su coordinadora, la Sra. Dilenia Medina, y la investigadora Flor Batista. Gracias por el tiempo, el esfuerzo puesto en esta tarea y la minuciosidad de este trabajo.
Luego, agradecer por la invitación a leer y escudriñar este documento para comentarlo. Esto me ha permitido la oportunidad de compartir algunas reflexiones en torno a este tema que manejamos todos los días en el trabajo que hacemos y que afecta directamente a las mujeres, las familias y a toda la población dominicana.
El registro y la sistematización de los casos nos permite ver este problema más allá de un incidente, un delito o lamentablemente, como ya mucha parte de la población lo ha comenzado a ver, otra mujer que matan.
Al profundizar en el análisis, este nos lleva a develar la violencia estructural que sostiene cada asesinato de una mujer dominicana. La complicidad de una cultura machista que da permiso al hombre para matar cuando la mujer sencillamente decide algo distinto para su vida o cuando comienza a poner límites y a parar la violencia sufrida durante años. Identificar la edad, los hijos e hijas, las características de las mujeres asesinadas nos permite acercarnos un poco a sus historias, sus dolores y el camino largo transitado, antes de perder la vida a manos del hombre, que no solo dice amarla sino que muchas veces justifica el delito en esa construcción social del amor que se expresa en control, dependencia y violencia.
En primer término, destacar la coincidencia de la cantidad de feminicidios íntimos de este registro con los reportados en el informe anual de feminicidios de la Procuraduría General de la República (PGR) del mismo año: 88 feminicidios íntimos en total. Por su lado, se destaca una diferencia en la cantidad de homicidios de mujeres que este reporte presenta, 23 en relación con 79 reportados por la PGR. Estas diferencias pueden tener explicación en las caracterizaciones para el registro, que son diferentes en un informe y en otro. En resumen, el registro de la Unidad de Sociedad Civil presenta 111 feminicidios y el informe de la PGR 167, en el año 2016
Ahora me gustaría contrastar este registro del año 2016 realizado por la Unidad de Sociedad Civil del Observatorio Político Dominicano de FUNGLODE, a quien en lo adelante me referiré como Unidad. Los contrastaré con los resultados del estudio Factores psicosociales en hombres internos por feminicidios en el Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria en República Dominicana, realizado en el año 2011 por la Procuraduría General de la República a través del equipo técnico del Centro de Intervención Conductual para hombres de la Fiscalía del Distrito, auspiciado por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). Se trata de una muestra de 59 hombres que estaban cumpliendo condena por feminicidio en el nuevo modelo de gestión penitenciaria.
Se revelan algunos datos coincidentes que pudieran servir para un análisis más profundo. En ambos registros, el rango mayoritario de edad de las víctimas está entre 17 y 36 en el registro de la Unidad y entre 18 y 37 en el estudio de 2011, prácticamente iguales. En relación con los agresores, el rango mayoritario de edad es de 26 a 47 en el registro de la Unidad y de 20 a 50 en el estudio de hombres feminicidas; pocos años de diferencia en la escala hacia arriba y abajo en el rango de cada uno de los registros. Esto nos habla de mujeres y hombres jóvenes, en pleno desarrollo de la adultez, que mueren o tienen que cumplir condena con base en un sistema de creencias que mata, encarcela y esclaviza.
En ambos registros, la mayoría de los agresores tenía más edad que las víctimas: 54 % en el de la Unidad y en el estudio de 2011, en promedio, los internos eran 10 años mayores que sus víctimas.
En relación con la ocupación laboral y educación de víctimas y agresores encontramos también algunas similitudes:
La ocupación de los agresores en el registro de la Unidad presenta 12 % de hombres dedicados a la actividad comercial; 9 % miembros de la Armada y la Policía Nacional; 5 % a la seguridad privada y; 4 % taxistas y choferes del transporte público. En el estudio de 2011, el 17 % se dedicaba a la actividad comercial; 17 % miembros de la Armada y la Policía Nacional; 17 % taxistas y choferes del transporte público. Una coincidencia total que pudiera tener explicación para un grupo en la búsqueda de seguridad individual frente a los altos niveles de delincuencia y con esa arma mata, para otro, con la misma arma destinada a la seguridad pública, le da un uso privado y mata a su pareja.
Por otro lado, en relación con los niveles de estudio, el registro de la Unidad de Sociedad Civil clasifica a mujeres estudiantes desde básica hasta universitarias y profesionales de las áreas de la Medicina, Psicología y Educación (lo cual no es casualidad); en cambio, no reporta formación universitaria en ninguno de los agresores. De igual manera, en el estudio de los internos feminicidas un 8 % de las víctimas eran estudiantes universitarias o egresadas, mientras sus asesinos, el 52 % tenía un nivel primario de estudios; 33 % bachiller y ninguno universitario.
Estos datos reflejan relaciones donde mujeres más jóvenes y con niveles educativos más altos, se someten a relaciones donde el poder económico y la fuerza física se imponen. Esta es la característica de las relaciones de inequidad en el sistema patriarcal. En nuestro país las aulas universitarias están feminizadas, pero las oportunidades laborarles han mermado y los niveles de desempleo de las mujeres han aumentado.
La encuesta ENHOGAR 2006 presenta datos de disparidad por género a partir de la escuela secundaria, donde por cada 100 hombres, asisten 141 mujeres. Esta disparidad se amplía en la matrícula de educación superior, donde por cada 100 hombres asisten 163.8 mujeres.
La encuesta ENDESA 2013 muestra que se mantiene esta evolución observada en los años anteriores. En esta, la cantidad mediana de años de estudios completados por las mujeres era 10.4 y para los hombres 8.7
El 73 % de mujeres en edades de 15 a 19 años asiste a un centro educativo (casi 3 de cada 4) y de 25 a 29 años el 26 %. En la población masculina el porcentaje baja a un 14 % en los de 25 a 29 años.
En relación con las oportunidades de empleo para las mujeres, el estudio Transiciones en el mercado de trabajo de las mujeres y los hombres jóvenes en República Dominicana realizado por el Banco Central y la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), publicado en octubre de 2016, plantea dentro de sus principales conclusiones la discriminación de la mujer en el mercado de trabajo. Todos los indicadores relacionados con el empleo y su transición, según dice el estudio, revelan la existencia de menores oportunidades para la mujer joven con relación a las que tiene su par masculino. La mujer está afectada por una tasa de desempleo que es el doble de la que afecta a los hombres: del total de inactivos, el 37.5 % es hombre y 62.5 % mujer.
Estos datos revelan la amplitud del problema que estamos discutiendo. No se trata de una mujer y un hombre, de una pareja o de un problema familiar, esto sería tener una mirada reduccionista de una problemática social y colectiva que afecta a la economía, la salud y el desarrollo general como nación. Se trata de un sistema de creencias que, a pesar de los cambios que poco a poco han ido dando las mujeres para su propio desarrollo, venciendo todas estas trabas, sigue promoviendo al hombre como el mayor proveedor económico y el principal generador de riquezas, ofreciéndole mayores y mejores oportunidades.
En relación con el tipo de arma utilizada para matar, el registro de la Unidad describe claramente el cambio que se comenzó a dar en este sentido, en el país, pasando del mayor uso de armas blancas a armas de fuego desde el año 2006, citando a Pola (2008). Se registra en este reporte 37 % de uso de armas de fuego para asesinar a las mujeres. Estos datos son coincidentes con el informe sobre feminicidios en República Dominicana de la PGR, que reportó el 41 % de asesinatos de mujeres con arma de fuego en 2016.
Como dato que contrasta con estos reportes, el estudio de 2011 presenta una diferencia en este sentido: de un total de 56 casos, 27 utilizaron armas blancas y 24 armas de fuego, 48.2 y 42.9 % respectivamente. Cabe destacar que el año 2011 fue el más fatídico en estadísticas de feminicidios con una cifra de 233 que hasta el 2016 no había sido superada, pero que este 2017 se ha disparado con muertes de mujeres cada 48 horas en nuestro país.
En este estudio de internos feminicidas se reporta no solo el uso del arma de fuego para matar, sino que un 39.4 % la utilizó para intimidar a la pareja. La amenaza e intimidación es parte del cuadro de violencia que manifiestan los agresores y que muchas veces las víctimas, por la condición psicológica y cognitiva en que se encuentra, producto de la violencia, no registran como peligro real o no cree capaz al agresor de cumplir su amenaza.
Los resultados del registro de la Unidad acerca de lo que hace el feminicida luego de cometer el hecho, son coherentes con las investigaciones en este sentido. De acuerdo con lo reportado, el 44.2 % escapó o intentó escapar; el 23 % se suicidó y otros nueve lo intentaron.
“Los asesinos de pareja se suicidan aproximadamente un 20 % de las veces y un 10 % lo intenta sin éxito” (Echeburrúa y Paz del Corral, 2009) Estos datos me dan la excusa para reflexionar acerca de ideas erróneas que se van sembrando en la población. Por las opiniones en los medios de comunicación y redes sociales parecería que en el imaginario social hay la idea de que la mayoría de los hombres se quita la vida después de cometer el hecho. Hemos observado una mayor movilización social y preocupación cuando así ocurre, o se enfoca la atención de la discusión en el suicidio del hombre y no en el asesinato de la mujer, quedando muchas veces invisibilizado el crimen primero. Además de que el desconocimiento de las reales razones que suele tener el hombre para quitarse la vida y, que este registro describe, se justifica por enfermedad o pueden surgir sentimientos de pena y compasión hacia el hombre. Bajo este contexto queda naturalizada y casi comprendida la muerte de la mujer.
La enfermedad como tal no está ni en el hombre ni en la mujer, sino en un sistema de creencias que educa para la codependencia, la sumisión, el miedo y el control en las relaciones de pareja.
Si se toma en cuenta que este registro fue realizado desde los datos publicados en periódicos impresos y digitales, voy a plantear otro aspecto de esta problemática que no se visibiliza como aporte a la problemática con la importancia que requiere. Se trata de cómo se reporta la noticia, el impacto que tiene en la población y cómo esto perpetúa el problema de violencia que se está informando. Los datos que se reportan, la forma en se describen, la información que se omite, amplía o se le da intensidad, las opiniones propias de los y las periodistas y de la población que opina acerca de los hechos, tienen un impacto directo en las personas que leen o escuchan la noticia. Esta información, servida sin el cuidado necesario, podría confirmar ideas erradas desde el sistema de creencias patriarcal, cuyos conceptos transmitidos a través de los medios de comunicación tienen un poder de impacto generalizado en la población, que perpetua y justifica la violencia.
En nuestro país el Ministerio de la Mujer (MM) ha hecho esfuerzos en publicaciones, formaciones e intercambios internacionales para sensibilizar y capacitar a periodistas, editores y dueños de medios de comunicación escritos, televisados y digitales, pero los cambios no se observan en los aspectos más elementales de esta materia. Este mismo registro de la Unidad de Sociedad Civil presenta evidencias claras de lo que no se debe hacer y que fue publicado en los medios de prensa.
Voy a citar a Kintto Lucas, escritor y periodista uruguayo que ya en el año 1994 dijo “El viejo artículo netamente de información (supuestamente objetivo) y la nota puramente de opinión están abriendo paso a un género más rico y vivo. Ya no se busca solo ser “espejo de la realidad”, sino ayudar al lector a que pueda tomar distancia de la vida cotidiana y logre convertirla en objeto de estudio, aportando elementos que ayuden a desnaturalizar esta cotidianidad para descubrir aquello que esconde una situación injusta como la pobreza, la represión o el exceso de poder”.
Voy a compartir solo algunos aspectos que hoy día otros países aplican o proponen aplicar en la información acerca de feminicidios y temáticas vinculadas a la mujer y su condición de discriminación.
Medios de comunicación y violencia contra las mujeres en Nicaragua, un trabajo presentado por Maribel Mena, magistrada de la Sala Penal, Tribunal de Apelaciones “Las Segovias” en 2013
La publicación Con otra mirada, guía para trabajar la comunicación y la publicidad con enfoque no discriminatorio y no sexista del Ministerio de la Mujer en 2013, con fondos de la Cooperación Española Internacional para el Desarrollo.
Por un periodismo no sexista. Pautas para comunicar desde la perspectiva de género, de Gloria Alberti, Claudia Lagos, María Teresa Maluenda y Victoria Uranga, en Chile (2010).
Solo nombraré algunos de los aspectos más relevantes que encontramos frecuentemente en los reportes de noticias de los feminicidios:
- “Crimen pasional”. Esta expresión u otra que haga alusión a un móvil sentimental del crimen es dañino y estigmatizador. El crimen pasional no existe, por lo que no deben etiquetarse las muertes de las mujeres de esta manera.
- Intentar explicar lo ocurrido hablando de celos, uso de drogas, alcohol o problemas económicos. Estos elementos pueden ser parte de la casuística, pero se debe necesariamente profundizar en la explicación del fenómeno, ya que no es un asunto privado, sino social y político que viola los derechos de las mujeres y sus familias. La causa de la violencia de género es el control y el dominio que algunos hombres ejercen contra sus compañeras. No se tendrían que usar justificaciones que distraigan del tema central.
- La mujer asesinada, golpeada, violada es sobre todo una persona, por lo que las preguntas periodísticas deberían dignificarla y protegerla. El compromiso implica también denunciar a los abusadores. Sopesar cuidadosamente los testimonios de vecinos y otras personas, que muchas veces lo presentan como “buen vecino”, “buen padre”, con lo cual se invisibiliza o disminuye la gravedad del problema o se termina exculpando al responsable. Nunca se recogerán opiniones positivas sobre el agresor.
- No se trata solo de contar lo ocurrido, hay que informar acerca de dónde recurrir para denunciar o buscar ayuda especializada en casos de violencia.
- Utilizar un lenguaje preciso y no estereotipado (violación no es actividad sexual normal, tráfico de personas no es prostitución.
- Usar estadísticas y antecedentes para situar el lugar del hecho dentro del contexto de la comunidad o el país.
- Contar la historia completa, el abuso podría ser un problema social de larga duración o ser parte de la historia de una comunidad.
- Evitar abordar los crímenes de género como una tragedia inexplicable que no puede ser tratada por la comunidad o el país.
- Se trata de un tema estructural de la sociedad, la noticia no debe ser presentada como hechos aislados ni del ámbito de lo privado.
- No confundir el morbo con el interés social.
- Se trata de información especializada que requiere fuentes específicas y periodistas que conozcan el tema.
- Deben ser referenciadas las características de la violencia, el círculo que recorren las víctimas y todas las formas de violencia.
- Se debe hablar de violencia contra las mujeres, violencia de género, violencia sexista o violencia machista. No debe usarse violencia doméstica, ni violencia intrafamiliar.
- No utilizar diminutivos y apodos para nombrar a las víctimas.
- Cuidar especialmente la imagen, no abundar en detalles escabrosos, caras o cuerpos amoratados, ni cadáveres.
Solange Alvarado Espaillat
Directora del Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia
Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional
16 de noviembre, 2017