Las ideas presentadas a continuación son parte de una investigación que inició el autor en el INTEC en el 2004, y que por razones de tiempo está inacabada. Complicaciones de índoles diversas han impedido finalizarla.
Dilenia Medina
Coordinadora
Marcos Villamán
Agosto-Septiembre, 2009
(Versión enero 2010)
Aquí están pues, una serie de ideas, todavía inconclusas, que se plantean acerca de esta cuestión de la relación Estado-sociedad civil-partidos políticos.
En el debate latinoamericano, el tema de la sociedad civil, con los trazos fundamentales que se conservan hoy, ha adquirido una gran relevancia, sobre todo a partir de los procesos que caracterizan la llamada “onda democrática” que inicia sus desarrollos en la región en la década de los ´80.
Como se sabe, para algunos estudiosos, esta década, que desde el punto de vista económico se caracteriza como una “década perdida” para el desarrollo, habría sido ganada desde el punto de vista político, por caracterizarse justamente por el inicio (o reinicio) de los procesos de construcción y consolidación democrática. En esta discusión, tanto en el país como en otros países de la región, uno de los temas importantes y en consecuencia recurrente, es el de la relación Estado-sociedad civil-partidos políticos, que se inscribe en un horizonte de discusión más amplio, en el cual entran en juego las consideraciones sobre la gobernabilidad democrática, la crisis de la representación y la llamada crisis de los partidos políticos. En ese contexto es en el que se plantea esta investigación.
A pesar de lo anterior, es preciso reivindicar los años ´70 como protohistoria de la sociedad civil, pues ellos marcaron en República Dominicana y también, por razones similares y diversas, en América Latina, por ejemplo en Brasil, la irrupción de lo popular en el área política. Esta irrupción en no pocos casos se expresó fundamentalmente desde la sociedad civil: organizaciones juveniles, organizaciones de pobladores, y organizaciones indígenas y campesinas, entre otras. En el caso dominicano, hubo diferentes expresiones: De manera muy relevante, los clubes culturales ampliamente extendidos en la geografía nacional como método de resistencia fundamental; las Comunidades Eclesiales de Base (CEB.) como expresión principal de la llamada Iglesia de los Pobres; y otros agrupamientos surgidos en la época, constituyen para mí, si se quiere, la protohistoria de la sociedad civil en el país. En los años ´80 su presencia es mucho mayor, en parte porque la onda democrática se hace mucho más extendida en toda la región.
I.- La sociedad civil: algunos y muy breves elementos teóricos
Al revisar buena parte de la literatura existente, parece quedar claro el carácter histórico del concepto de sociedad civil. Es decir, que el mismo no tiene una significación fija y estática, sino fluida y dinámica, que se mueve y logra contenidos nuevos al filo de los acontecimientos socio-históricos que se suceden y los fenómenos que en este acontecer toman cuerpo y de parte de los cuales el concepto quiere ayudar a dar cuenta.
Así las cosas, no es igual lo que se pensaba y se quería expresar con el concepto sociedad civil hace unos años, que lo que se piensa hoy y se quiere expresar con el mismo, en el contexto de lo sucedido en América Latina, sobre todo, en la década de los 70 y 80. Se trata pues, de un concepto
cuyo contenido se ha ido matizando, como se decía, al filo de las nuevas realidades. Esto ha conducido a algunos al extremo de afirmar que, en ese proceso, el concepto pierde utilidad y se hace inservible porque en vez de propiciar la aprehensión de la realidad, tendería, en su opinión, a confundir en el análisis.
1.1 Tres posiciones teóricas en el debate contemporáneo
Tres maneras de entender o posiciones teóricas dominan el debate contemporáneo acerca de la sociedad civil. Al momento del análisis no se debe olvidar que, como siempre ocurre, en la realidad se encuentra mucho más riqueza y combinaciones posibles del objeto el cual se intenta dar cuenta. Las tres posiciones en cuestión son:
a) La liberal: que entiende analíticamente a la sociedad a partir del par Estado-sociedad, obviando al mercado por la vía de la identificación–confusión de la sociedad con el mercado. Consecuentemente, en esta visión, la sociedad civil se agota en el mercado y el empresariado constituye la sociedad civil de manera muy privilegiada. Esta concepción estuvo y está presente en la República Dominicana.
b) La comunitarista-comunicacional: que entiende a la sociedad a partir de la tríada Estado-mercado-mundo de la vida. Esta mirada es mucho más rica, porque incluye los tres espacios o las tres lógicas: el poder político, el dinero y el mundo de la vida o, el mundo de la solidaridad, como le llaman aquí algunos.
c) La radical: que asume también la distinción de Estado-mercado-sociedad civil y plantea a la sociedad civil como el lugar para la construcción de un orden social alternativo.
Éstas son tres concepciones que habría que tomar en cuenta en la República Dominicana. Articulando las posiciones b y c, la sociedad civil se definiría entonces como una relación siempre en tensión, por buscar autonomía de parte de las organizaciones del “mundo de la vida” con respecto al Estado y al mercado y que tiene como contenido característico principal la defensa de la ciudadanía. Lo que define a América Latina de los 80 para acá, es la defensa de la ciudadanía, los derechos ciudadanos y la democracia, y hace eso siempre en tensión con el poder político y el poder económico. Ella, la sociedad civil estaría, si se ubica topológicamente, en ese espacio intermedio entre Estado y mercado.
Esto le permite el cultivo de una lógica propia y alternativa, que se desarrolla como crítica de las lógicas estadocéntricas y mercadocéntricas. En este sentido, colocados más cercanamente a las visiones comunicacionales, y siguiendo a De Piero (2005) y otros autores, en estas páginas “acordamos con una noción de sociedad civil que se construya a partir de la formación de grupos o movimientos plurales y autónomos de las acciones estatales y del mercado, vale decir, cuyo objetivo inmediato o primario no es la dominación política ni la acumulación de capital”, entendiendo que ésta es una aproximación muy válida.
Con sociedad civil se hace referencia a un grupo o sector organizado y plural, que se ubica, efectivamente, en un espacio diferente al de la dominación política y al de la acumulación de capital. Se asume pues, que la sociedad civil no es ni un partido político, ni tampoco parte del empresariado. El empresariado como tal o si se quiere las organizaciones corporativas empresariales no son parte de la sociedad civil. En República Dominicana, el no verlo así ha generado confusiones y dominaciones. hay que mantener esa distinción para reivindicar la novedad de lo que se quiere decir por sociedad civil.
II.- Las organizaciones de la sociedad civil: el caso dominicano, una propuesta de caracterización.
Esta propuesta de caracterización toma en cuenta fundamentalmente el origen de las organizaciones y el contexto del mismo, sobre todo, las visiones ideológicas que se encontraban a la base de su accionar. Justo es señalar que todas ellas se transforman en el proceso del desarrollo socio-político.
1.- Las asistenciales históricas. Con una función principal de suplencia de aquellas necesidades de la población a las que el Estado no responde, o lo hace de manera deficiente, por ejemplo: Rehabilitación, Oncológico y otros. Nacieron hace mucho tiempo y todavía están ahí y son parte de la sociedad civil, porque están en un espacio diferente.
2.- Identitarias y de resistencia. Los clubes culturales y las comunidades eclesiales de base (CEB), ONG de educación popular Centro Dominicano de Estudios de la Educación (CEDEE), Centro Para la Acción Ecuménica (CEPAE) y otros (1966-1970). Tienden a crecer en tiempos de regímenes autoritarios y a disminuir en tiempos de democracia. Eso pasó en Brasil, en Nicaragua y en República Dominicana. Importa insistir que, en el caso dominicano, estas estructuras son parte de lo que el autor denomina la prehistoria de la sociedad civil, y que tuvieron una vigencia grande en el país.
3.-Territoriales y reivindicativas. Comité para la Defensa de los Derechos Barriales (COPADEBA), las Juntas de Vecinos, (1980 en adelante) y otras. Éstas surgen en el contexto de la década perdida para la economía, que significó un incremento de las carencias económicas y sociales que fue caldo de cultivo, entre otras cosas, para el surgimiento de los conocidos procesos de demandas por el mejoramiento de las condiciones de la infraestructura de los territorios urbanos, y de aumento de los espacios de participación. Las reivindicativas del territorio, como las de resistencia, desarrollaron frente al Estado una relación de rechazo por razones obvias. El mismo, era considerado como necesariamente autoritario, represivo, corrupto. Era visto como el enemigo y por consiguiente la relación con el mismo era de rechazo, la colaboración era imposible.
4.- Las ONG (o fundaciones) de desarrollo y las estrategias sectoriales de participación: barriales, mujeres, ecologistas, derechos humanos, educación, salud y otras. Son parte y acompañan a los nuevos temas, los actores nuevos y las nuevas estrategias para la transformación social. Y esto aparece en un contexto de la crisis del los actores y del sistema político por su incapacidad de representar a la población.
5.- Movimientos cívicos, ciudadanos y/o institucionales. Nacidos en el contexto del consenso de Washington y enmarcados, conscientemente o no, en la visión liberal de la sociedad civil propiciada en su momento por los organismos multilaterales (BID, Banco Mundial, USAID). Con tendencia a la Satanización del Estado y a la complacencia con el mercado, que les conduce a una tendencia a la confrontación permanente con el Estado y a la aceptación práctica del modelo de desarrollo vigente de carácter neoliberal mercadocéntrico (en ese momento). En general, tienden a ubicar la causalidad fundamental de la pobreza en los factores institucionales en desmedro de análisis estructurales económicos y políticos, que les conduce a un descuido de la perspectiva social cuya asunción implicaría mayor criticidad con respecto al mercado, sus actores y su dinámica. La relación con el Estado es desarrollada como rechazo por ser considerado como anti-mercado.
6.-Las nuevas fundaciones filantrópicas. En la actualidad hay en el país grandes personalidades que han creado fundaciones filantrópicas. Éstas, en general, están inmersas en el pensamiento único de una visión ideológica que acompañó la implantación del modelo neoliberal hoy ya superado. Estas organizaciones se concentran en el desarrollan una acción de compensación social. O como dirían algunos: buscan hacer el bien sin pasar por la justicia.
7.- El sector religioso. No se ampliará en esta ocasión. Sólo decir que crecieron de manera importante desde la década de los 70. Asumieron formas diversas, aunque algunas fueron predominantes en algunos momentos, como es el caso de las CEB, y que reivindicaban de manera importante los elementos de la subjetividad. Sin pretender ser exhaustiva, esto es lo que, en su momento, se pudo construir como una cierta tipología de la sociedad civil en la República Dominicana. Como se indica, estas organizaciones establecieron y establecen relaciones diferentes con el Estado y también con los partidos políticos, porque quienes van al Estado como funcionariado son, en su mayoría, los mismos que están participando en los partidos políticos. La relación es diferente con los partidos y con el Estado, de manera particular, con aquellas organizaciones social y políticamente más críticas. Es diferente, sobre todo, cuando un partido está en la oposición cuando el mismo está en el poder. Como bien se sabe, cuando se está en la oposición los partidos tienden a desarrollar una cierta cercanía con la sociedad civil en razón de que, entre otras cosas, el discurso crítico de ésta puede ser asumido como convergente con el suyo por parte de la oposición política. En este caso, esta posición crítica es vista como discurso opositor que se haría causa común y se sumaría al de la oposición partidaria. Pero, cuando se llega al poder, las cosas cambian dramáticamente, porque entonces, a los ojos de los sectores en el gobierno, el discurso crítico se revierte contra quien ahora ejerce el poder, y ya no aparece tan simpático como cuando se estaba en la oposición. Es en parte por eso que se tiende a desarrollar una relación de tensión entre sociedad civil, gobierno de turno y partido político en el poder. Tensión que no tiene por qué ser captada como negativa, sino consecuencia de los roles diferentes que deben desarrollar actores también diferentes.
III.- Estado/sociedad civil/partidos políticos: una relación conflictiva y necesaria.
Para muchos investigadores y actores políticos, la dominicana, es una sociedad civil en proceso de consolidación: La existencia de redes, del proyecto de marco normativo legal, el anteproyecto de ley de participación, el programa para el fortalecimiento de las instituciones de la sociedad civil, entre otros elementos, constituyen indicadores de este proceso. Para otros, sin embargo, la sociedad civil dominicana fue débil y continúa siéndolo.
Para mejor entender este proceso, independientemente de cuál sea la posición asumida, hay que indicar que la sociedad civil dominicana se desarrolla en el marco de un sistema de partidos que en términos electorales parece gozar de buena salud. Esto así, aún cuando, para no pocos analistas, nos movemos en el contexto de una crisis generalizada de los partidos políticos y de la política.
En el caso dominicano, los estudios muestran recurrentemente una tendencia sostenida a la pérdida de confianza en estos actores políticos, sobre todo, por parte de la población joven que parece cada vez más hastiada con: a.- las promesas incumplidas una vez que éstos arriban al poder central o local, y b.- la utilización de la política para beneficio propio que tiene una de sus más terribles expresiones en la corrupción administrativa en sus diferentes formas. Hay que decir al respecto, que en algunas de las últimas mediciones y comparaciones acerca de los partidos políticos en la región esta situación parece tender a variar (cfr. Latinobarómetro, 2009).
En este contexto, ha sido, sobre todo, la sociedad civil la que ha demandado una relación -nueva- entre Estado, sociedad civil y partidos políticos. Esto no significa que históricamente haya existido una única posición a lo interno de la sociedad civil acerca de cuál deba ser esta relación. Sobre todo desde el punto de vista de la relación con los partidos políticos como con el Estado, se pueden encontrar posiciones y matices diversos. Estas organizaciones parecen haber realizado un recorrido histórico que pasó del rechazo al reconocimiento, y, en consecuencia, de la negativa a la solicitud de la relación con estos actores políticos.
Ante esta solicitud-demanda, los partidos políticos y los administradores del Estado han respondido de manera diversa, pero justo es indicar que el recelo ha sido la actitud dominante. Esta conducta política probablemente está indicando, por una parte, y como se señaló anteriormente, que la sociedad civil le resulta "molestosa" a los actores políticos cuando están en el poder por ser aquélla un "actor social" no siempre manejable; y simpática cuando están en la oposición porque la "capacidad de molestar" de la sociedad civil la convierte, o la puede convertir, en un aliado interesante por "independiente" para sumar oposición y deslegitimar a los gobiernos de turno. Sin embargo, por otra parte, justo es reconocer también que esta actitud se corresponde también con percepciones que sectores de la propia sociedad civil han provocado históricamente. Específicamente a aquellos momentos en que tuvo predominancia una cierta visión maniquea en la sociedad civil que dividía entre buenos y malos. Ellos, los políticos, los malos y nosotros, la sociedad civil, los buenos.
Es obvio que teniendo esta visión como horizonte, la beligerancia era la única relación posible. Así las cosas, los actores políticos, por una parte, se quejan de una, real o supuesta, tendencia presente en la sociedad civil a pretender dirigir el gobierno “desde fuera del mismo”, sin pagar los costos políticos que implicaría la participación partidaria: el desgaste del ejercicio del poder y, sin haberse granjeado la legitimidad que se obtiene arduamente en las urnas. Por su parte, para muchos sectores de la sociedad civil, a los actores políticos parece interesarles sólo una relación instrumental con las organizaciones de la sociedad civil. Es decir, una relación marcada por la tendencia a la utilización desde dentro de una lógica del poder cercada por el corto plazo y el electoralismo.
La experiencia reciente parece indicar que sociedad civil y partidos políticos son dos actores diferentes y fundamentales para el adecuado funcionamiento de la democracia. Sin partidos políticos fuertes y conectados con las demandas sociales, en consecuencia, capaces de superar la llamada crisis de representación, y, una sociedad civil también fuerte, en capacidad de aportar con su crítica a evitar la tendencia partidaria a la auto referencia, no parece que sea posible arribar a buen puerto. Por una parte, por lo menos por ahora, es claro que sin partidos políticos la democracia no parece viable. No se vislumbra en el panorama algún otro actor capaz de sustituir a la “forma partido”. Pero, por otra parte, es también constatable el servicio que la sociedad civil ha desarrollado, en la historia política reciente y de maneras muy diversas, a la construcción de la democracia en los países de la región.
En este sentido, sigue siendo cierto que: (Por una parte), “…es innegable la existencia de dificultades serias al interior del sistema de partidos. Ésta es una constatación que trasciende los límites nacionales. Algunos llegan a hablar hasta de agotamiento de dicho sistema. A mi juicio, sea agotamiento, limitaciones o como quiera llamársele a esta situación actual por la que atraviesa el sistema de partidos, lo que ella demanda es la renovación de la forma partido político, su aggiornamiento y no su liquidación y sustitución por no se sabe qué otra cosa. (Por otra parte) A esta renovación, sin duda, deberá aportar el ejercicio crítico de la sociedad civil. Una sociedad civil que demanda legítimamente ser reconocida como actor social y público por parte de actores políticos y un ejercicio de la política, por parte de sus actores, que sea éticamente sustentada. Ahora bien, este aporte por parte de la sociedad civil supone, entre otras, una condición sine qua non: que ella permanezca sociedad civil. Lo contrario sería un empobrecimiento de la democracia por la vía de la extinción de uno de sus actores necesarios”: la sociedad civil. (Villamán. M. “SOCIEDAD CIVIL-PARTIDOS POLITICOS: una relación conflictiva y necesaria”).
En definitiva, un mejoramiento de las relaciones que permita conseguir la riqueza que uno y otro actor puede aportar al proceso político, pasa por la comprensión del rol diverso y ¿complementario? de cada uno de ellos en el proceso democrático. Desde el punto de vista del interés de este escrito interesa insistir en la situación estructural de las organizaciones de la sociedad civil que les permite un importante grado de autonomía, en relación al poder político y al dinero, que le hace posible niveles importantes de crítica desde ella hacia los poderes fácticos, el Estado en particular, pero también el mercado, y que constituye un aporte importante a la consolidación de la democracia.
3.1 ¿Cómo podrían caracterizarse los tipos de relaciones que se establecen entre Estado y Sociedad civil?
Con un continuum en el cual en el polo A se ubica: “la cooptación/subsunción” por parte del Estado o los partidos políticos, y en el polo B, “la colaboración con conservación de la autonomía” por parte de la sociedad civil. En medio de estos dos polos se ubican una serie amplia de posibilidades de relación que se acercan más o menos a cada uno de los dos polos indicados. La cooptación/subsunción es el sometimiento total de las OSC a las directrices del poder. Por esta vía, prácticamente se mata el aporte que pudieran hacer las OSC. El poder valora más el clima de "tranquilidad social" que la función crítica de la irrupción de las demandas por las reivindicaciones históricas sociales. Se produce una especie de hipoteca de las demandas, o una tendencia a reducir el horizonte de las expectativas. Es la reproducción pura y simple de la lógica del poder. Es en este sentido, como el poder tiende a reproducirse vía la sociedad civil. La colaboración con conservación de la autonomía implica por parte de la sociedad civil el mantenimiento de su capacidad crítica, con base en su naturaleza, que aunque cambiante, está siempre referida a la defensa de los derechos de ciudadanía y la búsqueda del bien común en las condiciones históricas existentes. Es normal que esta posición no siempre le sea simpática a quien está en el poder que le aparece como más cómoda una situación de respaldo homogéneo y sin disidencia a todas sus acciones. Pero ésta es sin duda, una pretensión con poco asidero en la realidad en la que se requiere construir gobernabilidad por la vía de consensos que, en general, son siempre inestables. Si se quisiera pensar cómo responden ante esta posición de la sociedad civil los actores políticos. Se podrían plantear los siguientes cuatro tipos de respuestas:
1- Satisfacción ante la cooptación: que se realiza por la vía del otorgamiento de prebendas, algún tipo de pequeño proyecto a ser desarrollado por la organización, y sobre todo, empleo de los dirigentes en una sociedad en donde la ausencia de empleo y la precariedad del mismo es dramática.
2- Respuesta desde la lógica clientelar como otra forma de la cooptación: ustedes están fastidiando, son muy críticos, entonces se les hace un favor desde el poder político que me devuelven con lealtad. Este favor puede ser económico como simbólico, ustedes van a participar en estos asuntos, para que participando se callen y abandonen las demandas.
3- Complacencia por la afinidad ideológica: hay partidos que se encuentran muy cómodos cuando sienten que a nivel de los grupos populares o de base de la sociedad civil hay afinidad ideológica con ellos. En este caso las organizaciones funcionan concretando la vieja idea de la cadena de transmisión del partido. En razón de la afinidad ideológica ustedes las organizaciones actúan buscando no interferir con lo que el partido, en el poder o no, está desarrollando. Esta afinidad ideológica se expresa también como mecanismo de control.
4- Relación de tensión: se establece con organizaciones “más autónomas” de la sociedad civil. Ellas mantienen una actitud crítica, pero sin negarse a la colaboración. Es la más difícil, la más inexistente y probablemente la más fecunda. Es la que planteo, normativamente, como la más deseable.
IV.- Los desafíos a la sociedad civil: Presión, propositividad y creatividad.
Cuando se habla de participación, ya el tema de la necesidad de construir espacios para la participación está debidamente abordado e incluso concretado en algunas de las normativas que se han consensuado y promulgado en los últimos tiempos, por ejemplo, la nueva ley municipal o la Ley de Participación Social que aún está en proceso de elaboración. En razón de ello, la preocupación es ¿qué hacer cuando existen espacios para participar? Ése es el problema. Así pues la pregunta es ¿qué es lo que se va a hacer en esos espacios?, ¿Para qué se opta por participar esos espacios? Dicho de otra manera: ¿Cuál punto de vista que se va a representar en esos espacios? Porque si no, lo que se propicia es caer en una especie de “cooptación por incapacidad” de los actores de la propia sociedad civil de proponer caminos alternativos, creativamente pensados, capaces de participar en procesos de negociación, y de colocar presión para producir efectos socialmente favorables a los sectores mayoritarios de la población. En la sociedad dominicana se ha peleado y logrado la creación de espacios de participación, lo importante ahora es clarificar qué hacer en esos espacios.
Lo anterior, se expresaría en la presencia articulada en, entre otros, tres frentes fundamentales en la actualidad:
1.- Frente político. En éste hay que insistir en la cuestión de ética y transparencia. Empujar la construcción de un poder que sea ético y transparente y que por esa vía recupere la capacidad para representar los intereses de la población. Y esto, sin caer en la trampa de reducir la ética a la transparencia, porque cuando lo hacemos nuestra agenda se convierte en una agenda externa a nosotros. La demanda de transparencia es fundamental, ella es efectivamente una exigencia ética en la práctica política. Pero la cuestión ética al tiempo que fundamenta la demanda de transparencia, la trasciende y exige también abordar las cuestiones acuciantes de: ética y equidad, ética y justicia social, o exclusión social, ética y, sobre todo, en momentos como los actuales, la espinosa cuestión de ética y modelo de desarrollo, como una manera de plantear el tema del derecho a la vida. Éstos son temas incómodos que no deben quedar ocultos por un reduccionismo de la ética a una sola de sus dimensiones por más importante que ella sea.
2.- Frente cultural. Afirma Garretón (Conferencia magistral en el auditorio Manuel del Cabral, en la Biblioteca Pedro Mir de la UASD, octubre 2009) que se está en un momento importante a nivel de construcción de sociedad, y creo que el tema cultural está aquí intentando aportar a este tema. El triste debate por el Artículo 30 ha sido, por defecto, una muestra de lo que puede ser un debate serio, plural. Un debate que, en este caso defendido por sectores sociales diversos con un protagonismo importante de las mujeres, conmueve a toda la sociedad el tema del aborto conduce a discutir el conjunto de la sociedad, conduce a plantear con seriedad ¿cuál sociedad se quiere, y qué significa en ella la defensa de la vida? ¿Cómo conciliar una sociedad que quiere supuestamente defender la vida antes de nacer, pero que mata al que nace? Es que la cuestión cultural tiene hoy la capacidad de conducir, de obligar a repensar la sociedad desde sus fundamentos para poder orientarla hacia prácticas de defensa real de los derechos humanos de todos y todas.
Los temas culturales permiten la discusión de las cuestiones económicas, políticas y sociales incluyendo la dimensión de la significación o el sentido de las prácticas sociales, y en consecuencia, coloca la cuestión de la ética como horizonte crítico, como referencia obligada de esa discusión. Como un “desde dónde” juzgar la conveniencia o no de una determinada política económica o social. De ahí su relevancia y utilidad. Es esto lo que ha pasado con el tema del medio ambiente. Por ejemplo, el caso de Los Haitises con respecto al cual produjo un debate que ha tenido capacidad de convocar incluso a los jóvenes, más allá de las divergencias de posiciones que se producen en torno al mismo. El de las drogas y el narcotráfico es el es otro gran tema que habría que incluir, aunque como se sabe, en éste último la cuestión económica está a flor de piel.
3 Frente social. Si no se toca el tema social creo que se está perdido, el tema de la inclusión, la equidad y la igualdad o dicho negativamente la exclusión, la pobreza y la desigualdad. El frente social da la posibilidad de articular los otros dos frentes evitando convertir la pobreza y la desigualdad en hechos naturales, golpeando el cinismo social propio de la post modernidad, y evitando el individualismo que impide pensar en la población mayoritaria y que lleve a discutir el tema de la relación entre pobreza, desigualdad, género, medio ambiente, narcotráfico, equidad e inclusión social, con el tema del consumismo con tendencia social que impide una sociedad más solidaria, colectiva y generosa, si se transita este camino, se pueden hacer aportes desde la sociedad civil.
Bibliografía
Carretón, . ()
Touraine, A. ()
Villamán, M. ().
Sociedad civil-partidos políticos: una relación conflictiva y necesaria.