El pueblo dominicano atraviesa, desde hace unas semanas, por una cadena de movilizaciones fundamentadas en una larga serie de reclamos que giran en torno a la recién promulgada Ley de Reforma Fiscal.
Dilenia Medina
Coordinadora
Modesto Cuesta Soriano
Autor
(Santo Domingo, 29 de noviembre de 2012). Bajo determinadas circunstancias políticas, sociales, económicas y hasta particulares de aquellos llamados a escribir la historia con sus hechos, esa sucesión de sucesos adquiere un carácter cíclico: tiende a repetirse con el paso de los años al más ligero asomo de las condiciones que propiciaron su desarrollo en primera instancia.
El pueblo dominicano atraviesa, desde hace unas semanas, por una cadena de movilizaciones fundamentadas en una larga serie de reclamos que giran en torno a la recién promulgada Ley de Reforma Fiscal. Estas acciones, desarrolladas en diversos puntos del país, emulan situaciones similares producidas en algunos países de Europa. En el país comenzaron por darse a raíz de una demanda por el cumplimiento de la Ley de Educación, o de un precepto constitucional que ordena el 4% para la educación.
Aquel primer ensayo fue suficiente para poner a prueba la capacidad de convocatoria que determinadas demandas pueden tener dentro de la sociedad dominicana.
Hoy día, después de múltiples ensayos, se advierte la multiplicación de estos grupos, aunque algunos sociólogos opinan que sus acciones están lejos de llegar a una convulsión social. No tienen una ideología definida, mas sí algún que otro propósito, aunque no está del todo claro, excepto por algunas tendencias que resultan obvias.
Sí resulta notorio y digno de comentarios más profundos, el hecho de que los componentes de estas organizaciones movimientistas pertenecen a una clase media acomodada.
Hace muchos años, quizás no tantos (pues lo más fresco que puede tenerse en la conciencia respecto a revueltas sociales en el país es la poblada del 84), las protestas, huelgas, revueltas y todo lo que pueda asemejarse, tenían su punto de ignición en los barrios marginados del perímetro de la zona norte del Distrito Nacional: 24 de Abril, Capotillo, Los Guandules, Guachupita, y Los Mina en la zona Este, entre otros. En aquellos días, la población reaccionaba en vivo y directo frente a la carestía de la vida y se lanzaba a las calles sin medir consecuencias. Era de esperarse que, producto de múltiples circunstancias, la reacción de la fuerza pública tornara los colores de los acontecimientos y todo terminara con un balance de daños a la propiedad privada, muertos, heridos y detenidos.
Esa era la dialéctica de las movilizaciones, básicamente acicateadas por algunas agrupaciones políticas que conformaban, como es obvio, la oposición a los gobiernos de turno.
Hoy día, a casi veinte años de los hechos de abril de 1984, la situación ha cambiado drásticamente. Hoy, los jóvenes de la clase media, clase pudiente que mira con ojo avizor los efectos en su nivel social de las medidas fiscales, toma por asalto a discreción las zonas céntricas de la ciudad, lugares que antes ni soñaban con verse ocupados por manifestantes lanzando consignas o encendiendo velones.
Hoy, los participantes en estos nuevas actividades tienen acceso a las informaciones y noticias mundiales a través de equipos de comunicación electrónicos, los famosos BB en todas sus versiones; tienen un nivel de educación y cultura que les permite un análisis, al menos superficial, de la situación por la que atraviesa el país y que ven multiplicada en otras sociedades del planeta. Y ese es un hecho que debe analizarse.
Al parecer, las clases pobres han aprendido a estirar el peso, se han adaptado a las circunstancias y han entendido que el tiempo que consumen en protestar deben ocuparlo en “buscarle la vuelta a la comida de mañana”.
Esa clase media que es uno de los sectores que habrá de sufrir en carne propia las consecuencias de los ajustes fiscales que se avecinan, es la que sale a la calle, que planta pies en parques, plazas comerciales, oficinas privadas, instituciones públicas, etc.; es la que se suma a la corriente internacional, es la que exige respuestas. ¡Una verdadera revolución de la geografía espacial de las protestas en República Dominicana!