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La creación de un marco teórico sobre los partidos políticos no es una tarea fácil. En realidad, no existe una teoría única y consensuada sobre el surgimiento y desarrollo de los partidos. A pesar de que es un tema del cual se ha escrito ampliamente, la complejidad de las dinámicas partidarias hace de la existencia de una teoría de los partidos políticos un trabajo en proceso.

Además de su complejidad, el hecho de que los partidos surgen de relaciones sociales entre individuos, dificulta su teorización. Giovanni Sartori, uno de los más influyentes autores sobre los partidos políticos afirma que desde hace ciento cincuenta años los partidos han actuado y se han desarrollado mucho más como cuestión práctica que teórica.

Un factor común entre los sociólogos y politólogos que han hecho esfuerzos para crear una base teórica sobre los partidos políticos es el énfasis que hacen en el carácter aproximativo, conjetural y relativo de sus investigaciones.

De cualquier manera, una revisión de los principales textos sobre la teoría de los partidos políticos resulta productiva para un mejor entendimiento de los mismos. Este ejercicio nos permitirá entonces desarrollar posiciones críticas e informadas para así conceptualizar dichas agrupaciones en el contexto dominicano.

Un punto de partida interesante es la discusión sobre el origen y significado del término en cuestión. El término partido, es precedido por el término facción, que fue utilizado ampliamente desde el siglo XVIII. Según Sartori, la facción, que es con mucho el término más antiguo y más establecido, se deriva del vero latino facere (hacer, actuar) y la palabra factio pronto llega a indicar, un grupo político dedicado a un facere perturbador y nocivo, a «actos siniestros». (Sartori, 1980, p. 18).

La palabra partido, también se deriva del verbo en latín partire, que significa dividir. Sin embargo, no entra en ninguna forma significativa en el vocabulario de la política hasta el siglo XVII, lo cual, según Sartori, implica que no ingresó en el discurso político directamente a partir del latín. No tenia, como es el caso de facción, una connotación negativa.

Para Obereuter (1986), el perfil del partido se coloca transversalmente a las nostalgias. «No sorprende entonces que el concepto llevara mucho tiempo una connotación negativa».

Importantes autores del siglo XVII (Bolingbroke, Hume, Burke entre otros) se dedicaron a definir y diferenciar entre el concepto de facción y partido, allanándose el camino uno tras otro.

Sin embargo, de manera general, se aceptaba que las facciones constituyen agrupaciones de individuos con intereses personales de acceder al poder, sin ninguna articulación coherente e institucionalizada de cambio. Los partidos, por otro lado, se conceptualizan entre otras cosas, como entes organizadas, institucionalizadas con animas de llegar al poder pero con menos intereses personales de por medio.

A pesar de que la vida política ha sido estudiada ampliamente desde la antigua Grecia, y a través del tiempo, incluyendo autores como Marx, Weber, entre otros, la teorización de las agrupaciones políticas, y su evolución hacia una forma más organizada, es algo reciente. Muchos de los documentos que remontan a los filósofos griegos son más que nada sobre la forma de organizar la sociedad y la justicia y el ideal de la democracia, pero no necesariamente de grupos o partidos como partes de ese ideal democrático. De hecho, según Manuel Alcántara Sáez (2001), el interés en el estudio de los partidos políticos aparece vinculado al siglo XX.

Para la realización de este marco, se partirá, por tanto, ubicando aquellos autores que se enfocan directamente en el estudio de los partidos políticos y las similitudes y diferencias entre éstos. Es importante mencionar que esta lista de autores está muy lejos de ser exhaustiva. El objetivo, en cambio, es escoger aquellos autores más destacados que publicaron sus obras a partir del siglo XX.

Entre los primeros autores que se abocaron a estudiar las dinámicas partidarias en el siglo XX, está el sociólogo alemán Robert Michels. En su libro titulado Los partidos políticos: Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna (Volumen I y II) Michels (1915) enfocó su trabajo en la naturaleza de los partidos políticos desde una perspectiva histórica. El autor busca con esta obra precisamente “llenar ese claro” de lo que llama las ciencias sociológicas con un estudio sobre el comportamiento de los partidos políticos.

Un rasgo importante de su obra es la relación que desde el inicio hace entre las agrupaciones partidarias y la democracia. Michels, al igual que lo hizo Otrogorski (1902) anteriormente, ligó el estudio de los partidos políticos al de la democracia. Ambos autores, sin embargo, fueron bastante críticos sobre el rol de los partidos en el desarrollo de la democracia. Ambos criticaron la dificultad de adoptar medidas y acciones democráticas dentro de los propios partidos.

Es importante mencionar que Michels escribió su obra durante la primera guerra mundial, y él mismo admite cómo parte de lo expone en su obra esta sujeto a grandes cambios cuando termine la guerra. Igualmente escribió cuando los partidos políticos apenas empezaban a desarrollarse. Sin embargo, muchas de las ideas esbozadas en su obra, sobretodo en cuanto al futuro de los partidos socialistas y comunistas ocurrieron en la realidad.

En la introducción de esta edición, Seymour Martin Lipset, afirma que: “la oligarquía, el dominio de una sociedad o de una organización por quienes están en la cumbre, es parte intrínseca de la burocracia de la organización en gran escala. El hombre moderno, según Michels, se enfrenta con un dilema sin solución: no puede tener grandes instituciones, tales como estados nacionales, gremios, partidos políticos ni iglesias, sin ceder el poder efectivo a los pocos que ocupan los cargos superiores de esas instituciones.” (Michels, 1969, p. 13)

El argumento central de su libro es precisamente lo que llama la “ley de hierro de la oligarquía, la cual indica que la organización partidarias de las masas, eventualmente se reduce a un pequeño grupo de líderes que, más que velar por la participación de las masas, se enfoca en tomar decisiones que defiendan los intereses de la cúpula.

En otras palabras, Michels tiene una tesis sobre la incompatibilidad entre la democracia y la organización social de gran escala, ya que el aspecto oligárquico que permea las organizaciones partidarias invade y afecta la llanura de la democracia. Para abordar sus tesis, Michels explora la estructura intima de los partidos democráticos y, entre ellos, el partido socialista y laborista revolucionario en el contexto europeo.

Cabe mencionar que esta obra pionera, se convierte en un referente para la mayoría de los autores que se embarcan en el estudio de los partidos políticos. Tanto Weber, como Duverger hacen mención del trabajo de Michels y su influencia en el entendimiento de las organizaciones políticas y la democracia.

Según Michels, la concentración del poder en manos de algunos dentro de la organización obedece a los efectos de la división del trabajo. Esta división «determina la delegación del poder efectivo en un grupo pequeño de dirigentes, quienes en casi todas las circunstancias son capaces de retener el poder». Igualmente, atribuye al conservadurismo democrático, incluyendo los partidos socialistas, que lleva a una desviación de las metas y propósitos del partido.

Para el autor, la vida partidaria moderna la aristocracia se complace en presentarse con apariencia democrática, en tanto que la sustancia de la democracia se impregna de elementos aristocráticos. Por una parte tenemos una aristocracia con forma democrática, y por la otra a la democracia con contenido aristocrático” (Michels, 1969, p. 55). En otras palabras, lo que sugiere Michels es que los partidos revolucionarios, al organizarse terminan reproduciendo exactamente lo que quieren contestar, la oligarquía.

Indica también que: «en la sociedad de hoy, el estado de dependencia que resulta de las condiciones económicas y sociales, hace imposible el ideal democrático. La razón es que la vida partidaria ha evolucionado de tal forma que su preservación se vuelve el objetivo supremo. El resultado es que la forma externa del partido, su organización burocrática, llega a predominar sobre su espíritu, su contenido doctrinario y teórico, al que sacrifica cuando tiende a crear un conflicto inoportuno con el enemigo» (Michels, 1969, p. 186)

En este contexto, el partido ya no es un medio para alcanzar un fin, sino un fin en si mismo, lo que limita el accionar democrático. Según Michels: «La estructura oligárquica de la construcción ahoga el principio democrático básico. Lo que es aplasta lo que debe ser» (Michels, 1969, p. 189).

Michels finaliza su obra reafirmando que todo sistema de liderazgo es incompatible con los postulados más esenciales de la democracia. Aun cuando los partidos socialistas y revolucionarios se forman para combatir la monarquía y otros sistemas opresivos, terminan reproduciendo las condiciones que querían abolir. A pesar de todo indica, que aun cuando la ilusión democrática esta presente en algunos partidos, esto no es mas que una contribución al debilitamiento de la oligarquía y no a su erradicación. Según Michels: «a veces, no obstante, los principios democráticos traen consigo, si no una cura, al menos un paliativo para el mal de la oligarquía» (Michels, 1969, p. 193).

La obra de Michels no estuvo exenta de críticas. Entre las principales estaban que predeterminaba a toda organización a convertirse en oligárquica. Igualmente, asumía la elite pequeña de los partidos inevitablemente buscaría aumentar su poder y velar por sus intereses, cuando en realidad, para mantener a las masas fieles, muchas tenían que satisfacer algunas de las demandas hechas.

Sin embargo, a pesar de su pesimismo ante la imposibilidad de la democracia por medio de instituciones, Michels problematizó las libertades dentro de las organizaciones y llevó a un análisis mucho mas complejos sobre los partidos. Igualmente, nos advirtió de algo que muchos otros autores hicieron luego, y era la cómo la democracia, a pesar de ser la mejor forma de gobierno, cuando se adulteraba, mediante la avaricia de algunos cerca del poder, podía ser un gran peligro para las sociedades.

Otro de los grandes exponentes de teorías sobre los partidos políticos fue el francés Maurice Duverger. Este rompe un poco con esa visión determinista de Michels sobre los partidos, complicando sus funcionamiento y origen como puntos clave para su entendimiento.

Su obra, considerada hoy día un clásico, titulada Los Partidos Políticos (1951), consiste en uno de los primeros acercamientos para la creación de una teoría de los partidos políticos. Según el autor, el objetivo del libro es «trazar una primera teoría general de los partidos, necesariamente vaga conjetural, aproximativa, que pudiera servir de base y guía a más profundos análisis» (Duverger, 1957, p. 9).

Hasta ese momento, no eran muchos los estudios comparativos sobre los partidos políticos, por tanto para Duverger, el campo al cual se enfrentaba era terreno virgen.

No obstante, se debe mencionar que textos sobre las teorías de las formas de gobiernos en la historia del pensamiento político,i representan una importante contribución al estudio teórico de los partidos políticos.

Según Duverger, la mayor parte de los estudios relativos a los partidos políticos se dedica sobretodo al análisis de sus doctrinas. «Esta orientación se deriva de la noción liberal que considera al partido, ante todo, como un grupo ideológico. Pero el autor afirma que “esta concepción ha originado obras interesantes y numerosas, que más que análisis sociológicos forman parte de la historia de las ideas políticas” (Duverger, 1957, p. 10).

Para un estudio como este, Duverger se limita solamente a describir la influencia de las doctrinas sobre las estructuras, que para él es menos importante que la vida interna de los partidos. Por tanto, este estudio estuvo orientado hacia las instituciones de los partidos y su papel en el estado. «Ya que los partidos actuales se definen mucho menos por su programa o por la clase de sus miembros que por la naturaleza de su organización: un partido es una comunidad con una estructura particular».

Duverger hizo mayor énfasis en la estructura, delimitando varios niveles: «el propiamente institucional, referido a la forma en que el partido estaba armado, y los relativos a los miembros y a la dirección del partido» (Alcántara Saez, 2004, p.36).

Origen de los partidos

El origen de los partidos sobresale como un de los principales puntos en su concepción teórica. Según Duverger, los agrupamientos políticos anteriores o facciones —aunque buscaban igualmente conquistar el poder político y ejercerlo— no deben confundirse con partidos per se. En ese sentido, para Duverger una facción representa lo inorgánico y un partido representa lo organizado.

El autor afirma que: «los verdaderos partidos políticos datan de hace apenas un siglo. En 1850, ningún país del mundo (con excepción de los Estados Unidos) conocía partidos políticos en el sentido moderno de la palabra: había tendencias de opiniones, clubes populares, asociaciones de pensamiento, grupos parlamentarios, pero no partidos propiamente dichos» (Duverger, 1957, p. 15).

Duverger se pregunta cómo se pasó del sistema de 1850 a 1950, fecha cuando publica su libro y cuando en la mayoría de las naciones civilizadas funcionan los partidos políticos. El autor argumenta que de manera general, el desarrollo de los partidos parece ligado al de la democracia, es decir, a la extensión del sufragio popular y de las prerrogativas parlamentarias.

En el contexto europeo, que constituye el área de discusión de su obra, las asambleas políticas cuanto más ven crecer sus funciones y su independencia más sienten sus miembros la necesidad de agruparse por afinidades. Asimismo, cuando más se extiende y se multiplica el derecho al voto, más necesario se hace organizar a los electores a través de comités capaces de dar a conocer los candidatos y de canalizar los sufragios en su dirección.ii

Según Duverger, el nacimiento de los partidos políticos corresponde a tres posibles escenarios o modelos:

• El nacimiento de los grupos parlamentarios.

• El nacimiento de los comités electorales.

• El nacimiento de partidos de instituciones fuera de este esquema.

El autor sostiene que los grupos parlamentarios nacieron generalmente antes que los comités electorales: en efecto, ha habido asambleas políticas antes de que hubiera elecciones.

En cuanto a la aparición de comités electorales, este fenómeno está directamente ligado a la extensión del sufragio popular que hace necesaria la organización de los nuevos electores.

Sin embargo, este agrandamiento mecánico del sufragio no es el único factor del nacimiento de los comités: el desarrollo de los sentimientos igualitarios y la voluntad de eliminación de las elites sociales tradicionales es otro factor, sin el que el primero no actuara.

La tercera dinámica, ocurre con el nacimiento de un partido de creación exterior, que sucede cuando el mismo se establece “a partir de una institución ya existente, cuya actividad propia se sitúa fuera de las elecciones y el parlamento”.iii Los partidos socialistas europeos en su mayoría han sido de creación externa, floreciendo a raíz de sindicatos.

Además de los sindicatos existen otros grupos u «organismos exteriores» capaces de engendrar partidos exteriores, como son: cooperativas agrícolas y grupos profesionales campesinos; Sociedades de pensamiento y agrupaciones de intelectuales; asociaciones de estudiantes y grupos universitarios; iglesias y sectas religiosas; asociaciones de antiguos combatientes.

Duverger, amplia sus argumentos, citando las diferencias que existen entre los partidos de creación exterior y los engendrados en el ciclo electoral y parlamentario.

Por un lado, los de creación exterior son más centralizados, pues nacen partiendo de la cima. Según el autor, «Los comités y secciones locales se establecen bajo el impulso de un centro ya existente, que puede reducir, pues a su gusto su libertad de acción» (Duverger, 1957, p. 26).

Por otro lado, los partidos engendrados en el ciclo electoral y parlamentario, parten de la base y son los comités locales preexistentes los que crean un organismo central para coordinar su actividad y limitan, en consecuencia, sus poderes a fin de conservar el máximo de autonomía.

En suma, existe una coincidencia general entre la creación externa y el carácter centralizado. Duverger afirma que, los partidos de creación exterior son generalmente más coherentes y más disciplinados que los partidos de creación electoral y parlamentaria.

Los externos disponen, en efecto, de una organización ya existente que relaciona naturalmente a todas sus células de base. Los electorales y parlamentarios, se ven obligados a establecer sus vínculos totalmente, sin más punto de partida que la coexistencia de algunos diputados en el seno de un mismo parlamento.

Los partidos de creación exterior tienen menos influencia que los otros, ya que se han constituido fuera de su intervención. Para ellos, la lucha electoral y parlamentaria sigue siendo muy importante, pero no es más que uno de los elementos de acción general del partido, uno de los medios que emplea, entre otros, para realizar sus fines políticos, (Duverger, 1957, p. 28).

Según este autor, Para los electorales y parlamentarios, conquistar asientos en las asambleas políticas es lo esencial de la vida del partido, su razón de ser y el fin supremo de su existencia.

En cuanto a la fecha exacta del origen de los partidos políticos, de acuerdo con Duverger, hasta 1900 la mayoría de éstos fueron engendrados por la creación de grupos parlamentarios y la aparición de comités electorales. Pero a partir de este momento, por lo contrario, la creación externa se hace la regla y la creación parlamentaria aparece como la excepción.

Es decir, la creación electoral y parlamentaria de los partidos corresponde a una fase determinada de la evolución democrática: la del establecimiento de progresivo del sufragio universal. Estos originan en países donde todavía no existe un sistema de partidos políticos organizados. No obstante, luego de que se organiza progresivamente a una masa de electores nuevos, pasando de escrutinio personal a escrutinio colectivo, por medio de la desaparición del régimen censatario, se desarrolla un sistema de partidos organizados, donde la creación de partidos por la vía exterior se impone masivamente.

Esta concepción sobre los orígenes de los partidos políticos, le permite a Duverger, trazar líneas distintas de lo que significan otros conceptos vitales para entender la dinámica partidista como son: su estructura, miembros, dirección, número, dimensiones y alianzas y finalmente, los regímenes políticos.

Duverger, concluye su obra con una discusión sobre la relación entre la democracia y el régimen de partidos.

Según el autor, vivimos con una noción irreal de la democracia, ya que todo gobierno es oligárquico, porque implica necesariamente el dominio de un pequeño número sobre la mayoría. Duverger afirma que «la democracia se define por la libertad para el pueblo y para cada porción del pueblo (… ) y no sólo la libertad de los privilegiados por el nacimiento, la fortuna, la función la educación, sino la libertad real de todos, lo que supone cierto nivel de vida, de instrucción general, de igualdad social y de equilibrio político» (Duverger, 1957, p. 450).

Finalmente, afirma que la democracia no está amenazada por el régimen de partidos – algo que a pesar de sus limitaciones defiende —sino por la orientación contemporánea de sus estructuras interiores. Es decir, «el peligro no está en la existencia misma de los partidos, sino en la naturaleza militar, religiosa y totalitaria que revisten a veces».

El estudio de Duverger sobre los partidos políticos impulsó a otros politólogos y sociólogos a incursionar en el tema, desde una perspectiva teórica. Giovanni Sartori, es otro de los grandes exponentes en el campo de los partidos políticos.

En su libro, Partidos y Sistemas de Partidos, el politólogo italiano, complica y cuestiona algunos de los elementos de la obra de Duverger, expandiendo el alcance del análisis de las organizaciones partidarias y su dinámica.

Según Sartori, el término partido, empezó a utilizarse sustituyendo gradualmente al término derogatorio facción, al irse aceptando la idea de que un partido no es forzosamente una facción, que no es forzosamente un mal y que no perturba forzosamente el bien común. iv Sartori empieza haciendo un recuento histórico exhaustivo, que data del siglo VXII sobre las diferentes concepciones del termino facción y del termino partido. Traza su evolución tanto en Europa como en Estados Unidos y cómo finalmente, el término partido gana la batalla, convirtiéndose en el concepto que hoy entendemos en la política moderna.

De hecho, autores como Bolingbroke y Hume, escribiendo en el contexto de Inglaterra en el siglo XVIII, el término partido, no era más que otra forma de hablar de facción.

Bolingbroke, por un lado, fue el primer autor importante que escribió acerca de los partidos y, al igual que muchos de sus predecesores y contemporáneos utilizaba los términos facción y partidos como si fueran sinónimos. Según afirmaba, «el gobierno de un partido debe siempre terminar en el gobierno de una facción…Los partidos son un mal político y las facciones son los peores de todos los partidos» (Citado en Sartori, 1976, p. 21).

Sin embargo, el problema principal de Bolingbroke era que la única razón para los partidos o facciones de existir era si el rey o el parlamento no cumplía con la Constitución. De lo contrario, estos no eran necesarios. “Si el rey no hace nada malo, si reina con el Parlamento como prescribe la constitución, entonces el país no tiene ningún motivo para convertirse en partido. (Sartori, 1976, p. 23)

Por otro lado está Hume, quien escribió poco tiempo después de Bolingbroke. Hume, al igual que Bolingbroke, ofrecía una conceptualización negativa de las facciones. Según Hume, “las facciones subvierten el gobierno, dejan impotentes a las leyes y engendran las más feroces animosidades entre hombres de la misma nación.”

A pesar de las definiciones «odiosas» y negativas de los términos facción y partido, Hume da un paso más que Bolinkbroke, estableciendo clasificaciones partidarias. Crea una clasificación que distingue entre los grupos personales y los reales. Estos últimos son las facciones y/o partidos fundados sobre alguna diferencia verdadera de sentimiento o de interés (Citado en Sartori, 1976, p. 24).

Para Hume, hay una nueva entidad en la escena política y eran las facciones basadas en principios, distintas de otras con otros principios, como aquellas religiosas. Estas ideas son las que permiten que luego Burke cristalice de una manera más completa la distinción entre partido y facción.

Burke define partido como «un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están de acuerdo» (Citado en Sartori, 1976, p. 26). Esta definición permite diferenciar a las facciones, las cuales define como «la lucha mezquina e interesada por obtener puestos y emolumentos». Por medio de «conexiones honorables» o la comunicación en la vida política mejoraría el desempeño del deber público.

Burke comprendió, según indica Sartori (1976) que como el Parlamento no podía ser monolito, se hallaba en una posición mucho mejor para resistir a la corona si sus miembros estaban conectados, esto es, estaban organizados en conexiones honorables, (p. 28). Ante esto, los partidos se colocarían al centro de estas conexiones y no serían considerados meramente particiones o divisiones interesadas.

Los debates durante el siglo XVII y XVIII entre las diferencias entre facciones y partidos continuaron, tanto en Europa como en Estados Unidos. Sin embargo, Sartori sostiene que distintas dinámicas históricas y sociales tuvieron que ocurrir para que se diera el paso de facción a partido.

Para el autor italiano, la transición de facción a partido se basa en un proceso paralelo: la transición, todavía más lenta, más elusiva y más tortuosa de la intolerancia a la tolerancia, de la tolerancia al disentimiento y con el disentimiento, a en la diversidad.

«Los partidos llegaron a verse aceptados —de forma subconsciente e incluso así con una enorme renuencia— al comprenderse que la diversidad y el disentimiento no son necesariamente incompatibles con, ni perturbadores de, el orden público» (Sartori, 1976, p. 33).

El autor advierte que «el pluralismo de los partidos se vio precedido por el pluralismo constitucional, y que este último no abrió el camino al primero» (Sartori, 1976, p. 33). En especial, el pluralismo constitucional —la división del poder y la doctrina de equilibrio entre los poderes —fue muy anterior al pluralismo de los partidos y se constituyó sin los partidos y en contra de estos” (Sartori, 1976, p. 34).

Sartori conceptualiza el término pluralismo en tres niveles: cultural, societal, y el político, en los cuales prima la aceptación del disenso. Estos tres aspectos se basan fundamentalmente en un sistema de y una creencia en valores. Así argumenta que «los partidos en plural son producto del pluralismo» y entiende por pluralismo de partidos sencillamente la existencia de más de un partido. Por tanto, defiende su discusión sobre el pluralismo de partidos (Sartori, 1976, p. 42)

Sin embargo, esta transición no ocurre de la nada ni de manera tautológica o coherente necesariamente. Son una serie de factores que se confluyen permitiendo este proceso. Sartori lo sistematiza con la siguiente secuencia: gobierno responsable →partido parlamentario (orientado hacia dentro)→primera obtención de voto →partido electoral (que busca votos) →gobierno que responde →derecho general al voto→partido de masas (orientado hacia fuera).

El énfasis en el rumbo de las ideas respecto a la vida partidaria —y cómo éstas respondían a la evolución del mundo real— le permite a Sartori hacer una lectura de la historia que comprende más factores que la que hizo Duverger. Esto le permite también hacer diferenciaciones más complejas entre los partidos políticos y el sistema de partidos.

Si bien los partidos se convierten en partidos a raíz de la primera extensión del sufragio —esto es, en condiciones de muy escasa participación y de un derecho de voto muy restringido—, no cabe decir lo mismo del establecimiento del sistema de partidos (Sartori, 1976, p. 48).

Es decir, el sufragio universal o cuasi universal no es la condición necesaria para que los partidos se conviertan en un subsistema del sistema político. Para Sartori, el derecho universal al voto simplemente introduce los partidos de masas y el partido de creación externa, tal y como Duverger afirma. Pero, lo que hace esto, según Sartori no es crear el sistema sino una modificación al mismo.

Según el autor, los partidos son órganos funcionales —sirven para unos fines y desempeñan unas funciones— cosas que no son las facciones. Continúa diciendo que: “al fin de cuentas, ello ocurre porque un partido es una parte de un todo que trata de servir a los fines del todo, mientras que una facción no es sino una parte consagrada a sí misma (Sartori, 1976, p. 52).

En suma, hay tres acontecimientos principales que —evitando rigideces y más bien viéndolos como procesos fluidos— juegan un papel crucial en la transición facción- partido. Estos son el establecimiento de un gobierno responsable, la realidad de las elecciones y el establecimiento de los partidos como subsistema (Sartori, 1976, p. 48).

En un debate de la definición de un partido y cuales elementos debe incluir como mínimo, Sartori los define de la siguiente manera: «un partido es cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en elecciones (libres o no) candidatos a cargos públicos« (Sartori, 1976, p. 89).

Según Sartori, no podemos edificar una teoría de los partidos y de los sistemas de partidos a menos que establezcamos lo que no es un partido, y que tengamos claro para qué son fundamentalmente los partidos (Sartori, 1976, p. 91)

De manera general, las teorías sobre los partidos políticos fueron desarrollándose a través del siglo XX, pasando por concepciones históricas, ideológicas, estructurales, y organizativas. Algunos autores se enfocaron estrictamente en los partidos como entes individuales dentro de un todo; otros, extendían su estudio al sistema (el todo) donde interactúan, teorizando entonces los llamados sistemas de partidos.

Uno tras otros, los principales autores sobre el tema fueron aumentado el grado de complejidad de los partidos y por ende de su estudio, creando hoy en día un amplio marco de referencia.

La teorización sobre los partidos políticos también evolucionó de observaciones sociológicas a la creación de categorías con indicadores números que miden algunos de los comportamientos de las agrupaciones políticas en las sociedades.

Como se indicó al inicio, muchos de los autores que conceptualizaron a los partidos políticos, llegaron a ellos tras su trabajo sobre la democracia. Otros, sin embargo, se enfocaron directamente en el rol de los partidos y conceptualización en relación directamente sobre la democracia.

Sin embargo, tal y como indica Oberreuter, cuando se habla del nacimiento de partidos hay necesariamente que hablar de postergación y fragmentación. Para el caso alemán, por ejemplo, según el autor «a diferencia del parlamento, los partidos no dieron lugar a que de ello se hiciera una estilización idealista. Nadie diseñó jamás el modelo clásico del que se podrían haber apartado. Es así que el análisis crítico no se refiere al partido como institución sino a la democracia, más exactamente a la democracia sin partidos» (1986, p. 41). No obstante, el autor alerta que en una sociedad de masas no puede haber una democracia libre para todos sin la existencia de partidos.

Partidos Políticos latinoamericanos

Como se ve, la mayoría, sino todos, los estudios teóricos acerca de los partidos políticos se enfocan exclusivamente en el contexto Europeo y estadounidense. De hecho, tal y como indica Alcántara Sáez (2006), los estudios de la política Latinoamérica han subrayado a menudo la dificultad de extender a esa región conceptos y aproximaciones analíticas desarrolladas en las investigaciones sobre Europa Occidental y los Estados Unidos, (p. 343).

Una de las razones principales es que la vida republicana en America Latina, data de los últimos setenta años aproximadamente. Esta «corta vida» política influye en la capacidad de teorizar sus dinámicas.

En realidad, de acuerdo con Alcántara Sáez (2004), los partidos políticos latinoamericanos ni han sido habitualmente objeto de estudio ni su realidad ha servido para generar la teoría desarrollado a lo largo del siglo XX, (p.27).

Es con la llegada del mismo Alcántara Sáez y otros como Flavia Friedenberg, que se abren más las posibilidades de la conceptualización de un marco teórico sobre los partidos políticos de manera más global y con énfasis en la región latinoamericana.

Referencias

Albert, H., Lipset M, S. (1986): Los partidos políticos en la democracia pluralista: Algunos aspectos de su organización, sus objetivos y funciones. Argentina: Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo Latinoamericano (CIEDLA).

Alcántara Sáez, M. (2001): ¿Instituciones o máquinas ideológicas? origen, programa y organización de los partidos políticos latinoamericanos. Salamanca: Universidad de Salamanca.

Alcántara Sáez, M. (Ed.). (2006). Políticos y política en America Latina. Madrid: Fundación Carolina.

Alcántara Sáez, M. Ludolfo Paramio, Flavia Freidenberg. (2006): Reformas económicas y consolidación de la democracia, 1980-2006. Madrid: Editorial Síntesis. Vol. 6.

Bobbio, N. (1976): La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. México: Fondo de la Cultura Económica.

Duverger, M. (1957): Los partidos políticos. México: Fondo de Cultura Económica.

Freidenberg, F. (2009). Las reformas pendientes: los retos de los partidos políticos frente a la gobernabilidad democrática en América Latina. The Selected Works of Flavia Freidenberg. Disponible en: http://works.bepress.com/flavia_freidenberg/47

Freidenberg. F. (2005): Mucho ruido y pocas nueces: organizaciones partidistas y democracia interna en América Latina. Polis 1.1: 91-134. Disponible en: http://works.bepress.com/flavia_freidenberg/6

Michels, R. (1915): Los partidos políticos: Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Montero, J.M., R. Gunther. (2002): Los estudios sobre los partidos políticos: una revisión crítica. Revista de estudios políticos (Nueva Época). Num. 118, octubre-diciembre.

Oberreuter, H. (1986): Origen y desarrollo del sistema de partidos: obstáculos históricos. Albert, H., Lipset M, S. (1986). Los partidos políticos en la democracia pluralista. Argentina: Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo Latinoamericano (CIEDLA).

Sartori, G. (1980): Partidos y Sistemas de Partidos. Madrid: Alianza Editorial.

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