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En ciencias sociales es más difícil distinguir la falsedad de una teoría y, por ende, los consensos entre los que se autoproclaman científicos son mucho más raros. Pero ¿en qué teoría proclamada como científica se fundamentan los que advirtieron sobre la configuración de un sistema de partido único en República Dominicana1


Omar Pérez Rubiera
Coordinador

 

(Santo Domingo, 14 de septiembre de 2014). De cara a las elecciones de 2012 ‒y aún después‒, algunos sectores afirmaron que la fuerza electoral y la concentración de poder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) estaba configurando un sistema de partido único en República Dominicana. La refutación de esa afirmación ‒hecha por una investigación politológica (Pérez Rubiera, 2013)‒ y la opinión de voces tan autorizadas como Daniel Zovatto, director de IDEA Internacional, no desalentaron el planteamiento: todavía hay quienes lo sostienen, a veces citando un artículo producido en Washington (Meachan, 2013), que solo hace referencia a “Estado de partido único” en forma retórica.

Hoy, cambios relevantes en el alineamiento de la oposición advierten sobre posibles modificaciones (tal vez solo transicionales-no perdurables) en el formato numérico del sistema de partidos. Contrario a lo pronosticado, parece tratarse de un aumento en el número efectivo de partidos o la cantidad de partidos relevantes. En este contexto, la oportunidad resulta propicia para abogar por que se evite confundir la opinión (doxa) con el conocimiento científico.

¿Una tipología sin atributos?

Las clases y tipos de sistemas de partidos son construcciones conceptuales elaboradas a partir de conocimiento científico, conocimiento teórico que por un lado orienta y por otro, es mejorado por la investigación empírica. Por lo tanto, las causas que hacen que un sistema de partidos determinado se ubique en una clase o tipo de sistema y las consecuencias que ello acarrea para el sistema político, deben ser reflexionadas a partir de teorías científicas.

La opinión puede acercarse en mayor o menor medida al conocimiento científico; eventualmente pueden coincidir con este, pero solo se consideran científicos los enunciados que se ajustan a ciertos protocolos, que, en las ciencias fácticas, los llevan a ser lógicamente robustos, a insertarse en un cuerpo teórico y a tener referencia empírica que le permita ser falsados o corroborados. Este tipo de reflexiones no se circunscribe solamente a lo académico, sino que concierne también a la orientación de la acción.

Quienes afirman que República Dominicana se encamina actualmente a un sistema de partido único, no han explicado de manera precisa lo que entienden por tal sistema y, en consecuencia, tampoco si su afirmación es susceptible de constatación empírica o falsable por prueba en contrario. Por ende, evitan que se dilucide si su idea de partido único se corresponde con las tipologías o clasificaciones de la ciencia política y si podrían adjudicársele sus consecuencias: la desaparición de la democracia representativa.

El error no es salvable aunque se flexibilice el rigor. Por partido único podrían referirse a cualquier sistema en el que un partido se ve aventajado por sobre los demás; en ese caso, el mismo Sartori (1976) establece los tipos de partido hegemónico y el de partido predominante (y este último no implica mayores restricciones a la competencia). Pero, incluso si se está inventado un tipo nuevo, las precisiones deben ser hechas con el objetivo de examinar si su grado de verisimilitud es mayor que el de otras posturas. De lo contrario, no existe debate politológico posible, pues la validez de las inferencias y la veracidad de sus premisas no pueden someterse a crítica.

Opinión y ciencia en la vida política

Vale la pena poner un ejemplo fuera de la ciencia política, reconociendo la distancia que existe entre esta y la virología cuyo control son las pruebas de laboratorio. El virus de la chikunguña ha afectado a miles de personas. Para sorpresa existen varias versiones que rivalizan en la opinión de la ciudadanía sobre su forma de propagación: unas se adhieren a la explicación científica, es decir que es trasmitida por un mosquito; otras ‒al parecer muy extendidas‒, niegan la veracidad de la primera y sugieren diversas alternativas. Si la opinión que reniega la veracidad de la explicación científica predomina, es probable que no se ejecuten los medios correctos para la prevención.

En ciencias sociales es más difícil distinguir la falsedad de una teoría y, por ende,  los consensos entre los que se autoproclaman científicos son mucho más raros. Pero ¿en qué teoría proclamada como científica se fundamentan los que advirtieron sobre la configuración de un sistema de partido único en República Dominicana?

Ahora bien, la falta de cientificidad en los argumentos que sugieren el riesgo de partido único no significa que el resto de las preocupaciones sean de plano descartables sin mayor reflexión. Resulta esperanzador que desde instituciones como el PNUD se realicen esfuerzos para la modernización de los partidos y la concienciación de la necesidad de una ley de partidos.

En ese orden, el informe preliminar sobre el Proyecto de Apoyo a la Modernización del Sistema de Partidos Políticos en República Dominicana (PNUD, 2014), afirma que si bien “los datos duros” apoyan la descripción según la cual República Dominicana exhibe un “régimen de partido dominante”, cuyos atributos estarían dados en la holgada mayoría legislativa del PLD y, como consecuencia de ello, su facilidad de control de los órganos jurisdiccionales, sostiene que una mirada detallada “aporta matices que obligan a flexibilizar los juicios” tras lo cual se trata en realidad en un escenario de 2-3 partidos grandes, con fuerte impronta de liderazgos personales y con alternancia de mayorías. Sin embargo, al referirse a la controversia sobre el “partido único”, señala:

Que el sistema se aproxime más, o menos, a la caracterización académica de “partido único”, empero, no cambia las distorsiones que se observan en las prácticas, relativas a la distribución y al ejercicio del poder público, con impacto en la calidad de las instituciones y en el desarrollo sustentable del país.

En general, esta última afirmación podría ser totalmente compartida. No obstante, resta importancia al problema de que una caracterización (central en un debate público) se aproxime o no la noción comúnmente aceptada, en este caso, a la caracterización operacional del sistema de partidos. Si se resta importancia a las distinciones académicas, costaría convencer de que al hablar de bienestar social, se debe utilizar el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y no el PIB per cápita, que si bien es un componente del primero, no es condición suficiente.

Como las pruebas de laboratorio y  la identificación de síntomas comunes ayudan a diagnosticar enfermedades, la “ciencia política en sentido estricto” aspira a evaluar escenarios de forma objetiva. Que esto no sea alcanzable en forma completa, no significa que el esfuerzo deba abandonarse. Es lo que Sartori (2011) acentúa cuando afirma que “aunque el juez no sea nunca perfectamente imparcial, de ello no se deduce que se le deba recomendar no serlo”.

Según Brea Franco (1977), la ciencia política puede coadyuvar al desarrollo político dominicano cooperando a forjar actitudes políticas responsables, sustentadas en “relación necesaria entre los fines y los medios”, evitando las ilusiones y los espejismos causas de tantos fracasos políticos. Más aún, si en la defensa de una posición que se entienda correcta, se admite cualquier argumento que la favorezca, se está frente a la legitimación de prácticas nocivas al disenso y consenso democráticos. Cuando así ocurre, el disenso podría no ser un instrumento para la construcción del pluralismo. Esta es una de las causas por las que en debates recientes muchos hayan permitido que la falacia ad hominem relegue el debate de fondo.

Al parecer, el clientelismo y la corrupción administrativa, junto a otras “distorsiones relativas a la distribución y al ejercicio del poder público” constituyen amenazas a cualquier poliarquía, y por tanto, denunciarlo juega un papel fundamental. Empero, la solución no es patrocinar un debate vacío de ciencia, pues ello podría afectar el camino a la construcción de una cultura política democrática y alejar la materialización de que los partidos de oposición y los partidos en el gobierno se parezcan cada vez más a lo que la nación necesita.

Referencias

Brea, J. (1977). Las ciencias políticas en la República Dominicana. Una evaluación. En Un politólogo en la República Dominicana: realidad y perspectiva (págs. 37-57). Santo Domingo: Asociación para el Desarrollo.

Meacham, C. (2013). The Dominican Republic. Becoming a one-Party State? CSIS. Recuperado de , http://csis.org

Pérez Rubiera, O. (2013). Perspectivas sobre el número y competitividad del sistema de partidos dominicano. Observatorio Político Dominicano (OPD). Recuperado de , http://www.opd.org.do

PNUD. (2014). Informe Preliminar sobre el Proyecto de Apoyo a la Modernización del Sistema de Partidos Políticos en República Dominicana. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Recuperado de http://www.do.undp.org

Rosario asegura país avanza hacia ley de partidos; descarta se encamine por partido único. El Nacional (2014, 24 de enero). Recuperado de http://elnacional.com.do

Sartori, G. (2012). Filosofía, ciencia y valores. En Cómo hacer ciencia política (págs. 105-124). México: Taurus.

________. (1999). Partidos y sistemas de partidos. Barcelona: Alianza Editorial.


 

[1] Este artículo fue publicado en la sección cultural “Areito”, del periódico Hoy el sábado 13 de septiembre de 2014, p. 7. Ver http://hoy.com.do/areito-13092014/